martes, 30 de octubre de 2012


“Me gusta cuando callas…”
pero me gustaba más cuando callabas a mi lado
no quiero que nadie más aprecie tus silencios.

“Me gusta cuando callas…”
pero no que estuvieses ausente
ni mucho menos que me escuches de lejos…
y que tus ojos se crucen con otros, que no sean los míos.

No me gusta cuando callas... y que estés como distante
porque con esta distancia abismal entre nosotros
mi voz no te alcanza.

 Por Arai G.

domingo, 28 de octubre de 2012

Miradas


Todo comenzó con una mirada

Nuestros ojos se tocaron
Al son de una balada

De pronto nada existía:
Éramos dos mónadas unidas
Fuera del tiempo y el espacio

¿Fue así, dulce abeja, o solo será una impresión?

Recorrí tu cuerpo, tus labios voluptuosos
Tus bucles dorados
Circundantes, ondulas sensuales
Y me imaginaba enredado en ellos

Entonces me arrojase un guiño
Coqueto y alegre,
Pestañeo fulgurante que
Me provoco una sonrisa

¿Fue así, dulce abeja, o solo será una impresión?

Y al son de esa imagen
Te escribí esta canción:

Unión de miradas
Con sus deseos y corazones
Y así es como comienza
Nuestro intercambio de pasiones

Te saludo dulce abeja
Amiga de miradas,
¡Me encantan tus ricitos!
¡Tus ojitos me acarician!

Por Ur el Goliardo.

sábado, 27 de octubre de 2012

Rima XXX de Becquer


Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.

Yo voy por un camino; ella, por otro;

pero, al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: —¿Por qué callé aquel día?
Y ella dirá: —¿Por qué no lloré yo?
 
 
 
                                                                                                                                      (1836-1870)

viernes, 26 de octubre de 2012


El subconsciente es aquello que tiene más razón que el consciente, el consciente solo logra ser aquello que te confunde, no te siente y 

Déjame.

sólo te pierde. Él subconsciente no te abandona consigue que hagas lo que no puedes por culpa del consciente, dentro de uno es una lucha, vas o no vas, hablas o no hablas. ¿para qué hablas si no hay nada? No te arrepientas ¡habla!

Tal Ves Esos Silencios Sólo Seamos Tu Y Yo, Y Todo Lo Que Hay Detrás.

Te tratas de afinar en el piano, sacando la vos de cabeza a manera de las pitonisas en el templo de Apolo, sentada recorres los accidentes y las notas blancas, no solo con el fin de afinar sino con el fin de olvidar el dolor de una pérdida dolorosa.

Ni Siquiera Los Números Nos Pueden Ofrecer Incertidumbre.

                 perdida
La mirada pérdida en el sentimiento del recuerdo, que no pasó ayer, el sentimiento encontrado en la sonrisa del sentimiento del recuerdo, que si pasó. Y sí, y no, y sí y no,

Las Palabras Que No Existen Nos Pueden Salvar.

y sí, y no arrepentirse, no arrepentirse, no arrepen... aunque percibamos nostalgia en nuestro humor del día anterior, en el cual dejamos una historia en blanco, junto con el recuerdo de las pinturas en el sillón de la esperanza abandonada. 

Soñé Lo Qué Debería, Con Quién No Debería. 

Trazamos el signo del infinito al rededor de lo que deseamos, él lo traza, ella lo borra, ella lo traza, él también, sin embargo él no. El infinito sale disparado como una serpentina, y le comienza a compartir un poco de su infinidad a todos, por eso deja de ser infinito para los dibujantes, que desesperados querían quedarse dentro del ocho invertido junto con todos y todas sus añoranzas.

Se Revuelca En Su Cama De la Desesperación Y De La Incertidumbre Que La Torturan.

Lo extraña, lo extraña mientras acaricia con los dedos de su mano izquierda sus labios que alguna vez tuvieron el privilegio de ser suyos, en compañía de sus pensamientos que repasan las memorias que vivieron.

Y Nos Convertimos En Infinito Por Un Instante.

Abre un Cajón y salen volando papeles, dos tipos de papeles, lo rollos con cariñosas frases y las fotos con cariñosos amantes contando historias congeladas en un sólo disparo de 1/200. Historias de las cuales nosotros solo logramos ver el clímax de la felicidad, pero solo de esa pequeña parte que puede ser percibida por 

Dejarse Llevar Suena Demasiado bien.

el espectador, el espectador que egoísta cree que sabe lo que sienten los actores, los actores que se encuentran en la foto que sostiene entre sus temblorosas manos, los actores que se encuentran en las fotos que están tiradas por todos lados, las fotos que le gritan, que la hacen añorar esos momentos, que la celan, que

Has Conseguido Que La Coherencia Haya Sido Olvidada.

consiguen que un extraño y espeso líquido caiga por su cara, mojando los cariñosos rollos y mojando el papel justo en el punto en el que los actores se funden un su cascada de felicidad, mojándolos con agua de recuerdos, inundándolos con gotas de besos.

No Pienses Del Todo.

Soy el deseo más obscuro que hay en ti. Eres mi más dulce tormento. Tu escribes de mí, yo de ti, yo no sé que escribes de mí, tu no sabes que escribo de ti; así ambos escribimos nuestra historia, salimos de nuestra realidad, donde ambos estamos solos haciendo conciencia del otro, salimos de nuestra realidad para entrar a otra, donde nos vemos a lo ojos y sentimos miles de emociones pero no hablamos, una realidad donde estamos más cerca que nunca y más lejos que siempre. Y desde aquel nuestra comunicación se hizo a base de miradas.

Solo Es Libre El Que Logra Ser Esclavo De Sus Sentimientos.

Que torpe es aquel que no sabe volar, pero que estúpido es aquel que no sabe amar. Piénsalo, no seas egocéntrico, no es lo que (me) haces tú, es lo que (me) hace él, pero no te preocupes la inteligencia no viene con la felicidad, puedes ser un feliz que puede volar, sin embargo nunca podrás ser un inteligente que no sabe amar, por lo tanto no serás feliz y por lo tanto no serás inteligente. 

Piénsame Como Yo Te Pienso, A Lo Mejor Así Yo Te Dejaré Mi Subconsciente.

Por Sara Massieu.

jueves, 25 de octubre de 2012

El Jarrito


En un péndulo
cerveza y
ríos de risas
besarte con toda mi boca
trazarte con todos mis dedos
rozarte sin todas mis ropas.

Severa noche
callejera pasarela
de empujones parejos
de nerviosismo y manos
de sin ganas de partir.

Primera vez de vernos
como si fuera.


Copete y espanto,
guapo,
cabello de manta 
debajo del cielo nocturno
encima de calles lisitas
en medio de tu cuerpo 
y los muros
y La Catedral
y la penumbra
y "La gran Tenochtitlán"
y tu incredulidad de mi fe
y tu peinado
y tu boca.

Y tu boca 
y tu incredulidad amable
la vuelta equivocada
el trajín acertado.

lunes, 22 de octubre de 2012

Pasional 2. Sensaciones



Y se deleitan bajo las cobijas como dos seres extraños. Una caricia ajena choca contra la piel tersa, el pecho firme. Otra mano baja desde un rostro fino hasta una cadera sensual, hasta el monte de venus que se asoma. Y las manos juegan unas contra otras apretándose, estrujándose hasta encontrase entrelazadas mientras los labios se interconectan y claman un lenguaje sin palabras excelso. Discursos que se argumentan con los labios y la saliva hasta recibir los aplausos de las manos que buscan lugares prohibidos. El éxtasis se eleva cuando el acto empieza: choque de fluidos, amalgama de emociones que concluyen en el delirio permanente de dos cuerpos que se funden en uno mismo, al igual que dos gotas de agua encontrándose en el parabrisas de un automóvil sin rumbo.

Alan Santos.

sábado, 20 de octubre de 2012

"Amor" de Pablo Neruda

Amor
 
Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte
la leche de los senos como de un manantial,
por mirarte y sentirte a mi lado, y tenerte
en la risa de oro y la voz de cristal.
Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser pasara sin pena al lado mío
y saliera en la estrofa --limpio de todo mal--.

¡Cómo sabría amarte, mujer cómo sabría
amarte, amarte como nadie supo jamás!
Morir y todavía
amarte más.
Y todavía
amarte más.







                                                                                                                                                             (1904-1973)

viernes, 19 de octubre de 2012

Secreto del tiempo


El intelectual de la época, Girón, caminaba despacio por aquella calle y aquella noche cuales serían -aún sin saberlo- relativamente importantes en su vida por siempre.  No sin asombrarse, Girón apartó su nublada vista del camino al notar cierto bulto cercano a él. A su izquierda, pues, descansaba un anciano de inusual -cabe destacar- aspecto. La noche era muy fría, y Girón no andaba merodeando cubierto con suéter alguno. Será, tal vez, que este frío tan impregnado hasta sus huesos fuera el culpable de su intencionado acercamiento.

-Buenas noches -dijo, dirigiendo el cálido saludo al anciano-.

No hubo respuesta. “¿Estará bien?” “¿Me alejo?” “¿Necesitará ayuda?” Girón no solía pensar demasiado, y sin ser esta la excepción, dejó de pronto sus pensamientos para avanzar en su camino. “¡En fin!”, murmuró para sí y comenzó a retomar el rumbo previo de su nublada vista.

-Buenas noches- dijo una inusual voz-.

Girón se detuvo helado. Será por el frío, o por el extraño tono de aquella respuesta cual -ya hundido él en sus pensares y pesares- no entendía si el posible remitente era aquel anciano o no lo era. Volteó, y el bulto no radicaba allí. “¿Qué diablos?”, se dijo.

-¿Buenas noches? ¿Quién habla? ¿En dónde está usted? -preguntó casi aturdido y sin moverse, Girón-.
-Hablo, soy yo. Estoy, aquí estoy. Mire detrás -respondieron-.

Girón volteó su cuerpo de inmediato.

-No lo miro. ¿Dónde está? ¿A qué juega? Me iré ya...
-Se irá ya, me dice. Cúmplalo y verá.
-¿Veré? ¡Pero si lo que deseo es ver! Déjeme verle, que una vez le vi ya. ¡Por ello le saludé en un inicio! -exclamó Girón, moviendo su cuerpo en direcciones todas-.

Y apareció, mas no era anciano, sino un joven enmascarado.

Girón rió. El aspecto -aún enmascarado, y con más razón por esto- del joven le recordaba a cierto maestro suyo de la infancia. Aquellos años habían sido los más tristes y obscuros de su vida hasta aquella noche, y no deseaba sumarle uno más a ellos de su presente vida.

-¿Es usted...? ¿Es acaso...? No, ¡esto es irreal! ¿Estaré soñando?
-Uno siempre está soñando, mi querido Girón. ¿Acaso es que no has entendido aún la variedad del suceso onírico? -sonrió el maestro- ¿Acaso habré de enseñarte una vez más lo que es el sueño, cual más no es que el propio instinto sabio?
-Pero, ¡vaya! Sí que es usted. Pero ¡imposible, no! ¡Imposible! Se mira idéntico a hace veinte años. ¿Será que el tiempo no se ha ocupado de usted? Me miro incluso yo más viejo ahora. ¿Quién lo diría? ¡Es usted un come-años!
-Comer años es mi más delicioso placer al tacto. Ven, ¿quieres entender mi mayor secreto? ¿Quieres entender aquel secreto que el tiempo no ha podido -y jamás podrá- erradicar?
-Sí, quiero. Enséñeme, y si es necesario enséñeme de nuevo.

Caminaron entonces hacia la gran avenida que se abría al fin de aquella calle. Allí las luces no enternecían, y alumbraban como Dios les ha mandado a hacer por siempre.  Llegaron al cruce, y el maestro aún poco alumbrado sonrió a Girón. Después señaló hacia el suelo próximo, en donde las líneas divisorias del pavimento indicaban. Girón enfocaba su vista tras los lentes gruesos que traía puestos, mas nada miraba de interesante.

-¿Cuál secreto? Aquí no hay nada, maestro.
-Fíjate bien, fíjate mejor -le respondió al tiempo mismo que le ponía la máscara suya a Girón sin éste poder oponerse-.

Y entonces miró. Aquel bulto que había visto anteriormente se encontraba en medio del camino horizontal, en medio del cruce dividido por líneas amarillas. Intentó entonces voltear a mirar los ojos del maestro, mas esto no le fue posible. Algo en su cuello no lo permitió.

-¿Qué sucede? -gritó Girón- ¿Por qué no puedo mirarlo, maestro?
-Porque no soy yo ya a quien miras realmente. Fíjate bien, fíjate mejor. ¿Qué miras? ¡Pero abre los ojos, muchacho! ¿De qué te sirve tener otro rostro ahora si no miras mejor?
-No miro nada. Miro un bulto que no tiene movilidad.
-Muévelo, si quieres.
-¿Cómo?
-Mueve un pie.

Girón rió fuerte. “¿Un pie? Este maestro perdió la cordura ahora. Mejor me largo de aquí”, se dijo. Y, entonces, al mover su pie derecho para retornar aquel bulto cayó encima suyo.

-¡Quítemelo! ¡Quítemelo! ¡Quítemelo! ¡Quítemelo! -exclamó Girón, desesperado-.
-¡Mueve tu otro pie, Girón!

Y lo movió. El bulto cayó lejos y nuevamente permanecía a mitad del camino dividido por líneas amarillas.

-Ay, Girón. Antes eras un niño bueno que podía mirar, que podía mirar mejor. ¿Qué te ha sucedido? ¿Son esas barbas tuyas? ¿Qué sucede, Girón? ¿Te explico, entonces? Muy bien, a ver -comenzó el maestro- aquel bulto no es más que mi esqueleto. Sí, mi esqueleto. Ay, Girón, escucha. ¿Qué te quite la máscara para que puedas mirarme de nuevo? Espera un momento, Girón, ¡espera y escucha! Entenderás que las bellas promesas son bellas por siempre, ¿no es así? Bien, pues yo hice una. Y mi esqueleto entonces bailó lejos de mi para hacerme juramento. Yo ya no necesitaba de él, pues mi cuerpo era ya insuficiente. Sí, insuficiente. No, Girón, ¡escucha, que no he perdido mi cordura! Mi cuerpo, pues, mi esqueleto bailó por unos días y entonces me devolvió mi máscara -aquella con que siempre me habías mirado-. Mi esqueleto nunca volverá, pues para todos ha de parecer bulto y para mi secreto. Es ese el secreto, pues, Girón. El secreto que el tiempo no podrá erradicar jamás. El precio a pagar por una promesa es el cuerpo mas nunca el alma o el ser, Girón. El tiempo se eleva todo, y no desciende nuevamente aún le ruegues hacerlo. ¿Recuerdas a mi mujer, Girón? Bueno, ella es mi promesa. Yo no estoy vivo aquí, Girón. Estoy con ella. Ella murió cuando aún era maestro tuyo en aquella escuela, mas nunca nadie lo supo en ese entonces. Ella murió y mi bella promesa fue alcanzarle al tiempo en ella. Rescaté sus hermosas sonrisas y me fui con ella. Ahora te toca a ti, querido Girón. Has de sobrellevar la comparación y no dilapidar tu tiempo aquí. Has de hacer una bella promesa, Girón. Entonces tu cuerpo será un bulto, y no más ella.

Girón no podía respirar. “Con que así es la muerte...”, susurró para sí.                                                                                                                                 

jueves, 18 de octubre de 2012

Saliva de cuerpo


Saliva de cuerpo
tegumento untado 
costados compactos
pulso interclavículo

vientre en movimiento
que contrae y se dilata

celeridad y apercepción
ritmo silencioso
inadvertido
aparente apaciguamiento

ánimo de los ojos
con afán afectuoso

cuerpo bimembre 
que se recuesta y que se sienta 
y que se mira

y se hace el amor.

Pómulos mojados
cosas 
que se dicen con cautela

erótica hermosa 
de sus labios de carne cruda
de cerebro
suave
saliva
poquitita.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Poder.

Inhabitable es su aliento que se eleva
a la proeza de los hombres
ávidos de ejercer poder.

Ese iracundo y enfermo
sentimiento de ejercer,
de correr y arrazar,
de forcejear y restregar,
de caminar con todos atrás.

Pero todos somos
y lo ejercemos, lo hacemos,
lo moldeamos, lo delegamos,
codicia y avaricia por él.

Calla y espera pasar,
cuando esté, tómalo,
ejércelo, camina,
corre, arraza y vuela.
¡Y cuidado!
de que él no te ejerza,
por que habrás dejado
de ser hombre virtuoso
para ser un pedazo de todos.

Por Carlos Osorio. 

martes, 16 de octubre de 2012


Hoy no quiero escribir, porque me
he cansado de hacer versos que no vas a leer.
Sé que detrás de esta página estoy
empuñando una pluma que está harta
de siempre entintar las mismas palabras.


Detrás de esta hoja,
sólo estoy yo
con el alma rota.


Intento escribir sobre cualquier otra cosa,
que no tenga nada que ver contigo,
la vida, la alegría, el dolor, el desamor, Tú.
Todo me lleva a lo mismo.
Estoy tratando, lo juro.
Me canse de hacerte versos…
Y sin embargo, me encuentro aquí
escribiendo una vez más para ti.

Por Arai G.

lunes, 15 de octubre de 2012

De noctívagos y noches de modorra (III).


III

“Qué andas tú haciendo por acá a estas horas”, replicó un ser escondido entre las sombras al mantener firme su mano contra el hombro de Ernesto. “Nada en especial, creo que me he perdido”, dijo asustado, impresionado tras sentir la helada mano del hombre acariciándole el hombro con una sutileza inexpresable. “¿Te has perdido, o no te has encontrado?” contestó el ser nocturno. Ernesto no respondió al cuestionamiento como si las palabras lo traicionaran y se escurrieran de su boca al tratar de expresarlas con sus tímidos labios hundidos.

            El individuo errante trató de portarse amable y comenzó a señalar la ubicación de los lugares más cercanos: desde la fuente de piedra y mosaicos con la imponente figura de un fiero león de la sábana africana, hasta la tienda de Don Rigoberto, hombre que gusta de ofrecer una servicio las veinticuatro horas y que se aparece en la tienda por sorpresa al detectar un posible comprador hurgando entre sus productos. La inmensa barba del interlocutor noctámbulo centró su atención y empezó a imaginarse formas ocultas en la negritud de su barbilla. El hombre hablaba y hablaba, pero Ernesto ya no escuchaba o no pretendía escuchar nada en absoluto, puesto que las palabras se le deslizaban por los oídos hasta quebrantarse con el piso o con cualquier otro objeto inanimado. La figura de la criatura humanoide se difuminó conforme hablaba, y antes de partir, con la celeridad de un rayo, prendió un cigarrillo sin filtro y se despidió de manera cortés y amable. “Recuerda mis palabras, no te pierdas en la inconsciencia de los sentidos, no olvides los caminos que te señalé”, dijo mientras caminaba en sentido contrario a Ernesto hasta desaparecer, con el canto barítono de los grillos, en la penumbra estéril de las calles veladas de una ciudad sin nombre.

            Ernesto Serrano no reaccionó sino hasta escuchar el sonido de un montón de ramas que se precipitaron al otro lado de la calle. No se inmutó ni un instante hasta que el chirrido molesto retumbó en sus oídos con terrible furia. Caminó hacia el sonido, como atraído por lo desconocido, hasta encontrase con una luz de estrellas oculta detrás de una rimero de arboles. Era un anuncio. “Bienvenidos al lugar donde no encuentran lo que buscaban y terminan llevándose lo que querían”, se leía en el anuncio que brillaba con una incandescencia despampanante. Ernesto se acercó al lugar. Vislumbró la entrada al establecimiento y sin dudar, penetró por la puerta y localizó de inmediato un mostrador. No había nadie. Admiró de un lado a otro la diversidad de productos que se ofrecían en la tienda: papitas, refrescos, chocolates, panes de dulce y salados, huevos, tortillas, leche. Tocó con suavidad el mostrador y al sentir el frio congelante del metal, una voz lo sorprendió desde el otro lado, y unos ojos cansados lo otearon sin cesar. “Bienvenido Ernesto, que necesitas esta noche. Te damos lo de siempre, o deseas comprar algo diferente. Vamos, vamos sin miedo, que en la tienda de Don Rigoberto siempre hay algo diferente que escoger”.

Alan Santos.

domingo, 14 de octubre de 2012

Vagones

Venía de descubrir el engaño de su pareja. Lo último que esperaba era tener a su lado a una niña, de esas que te examinan de pies a cabeza, preguntando con la mirada todo y a la vez nada.
Ella sólo cubría su rostro haciendo como que se dormía. Y la niña, haciendo como que le importaba lo que ocurría.

Siguiente estación.
Baja una madre y con ella la niña.
María sigue llorando con el rost

ro cubierto y acallando el llanto. Ni cuenta se da que su inquisidora se ha ido.

Siguiente estación.
Casi está por llegar a donde transborda.
De pronto, alguien le toca el hombro ofreciéndole un pañuelo. Eleva la mirada y es él. Aquel que será el amor de su vida y nunca sabrá su nombre. Él sólo le dice que es demasiado joven para llorar por amor.

Ella desconcertada, sólo esboza una mueca, se limpia las lágrimas y cuando voltea... ya no está.

Siguiente estación, es hora de bajar.




Por Claudia Sánchez.

viernes, 12 de octubre de 2012

Producto de un sueño a punto de despertar


Miraba las caras, cada una como un mar, a pesar de ello, una tan diferente de la otra, pero todas con algo en común, Así como la gota de agua es única y diferente; todas contienen la misma esencia... todas mojan. Eso es lo que sucedía con las caras, todas empapaban de abismo, caer y caer pero nunca tocar el suelo.

Todas esas caras, esos cuerpos rígidos estampándose contra la frágil piel, producto de un sueño a punto de despertar y tan frágil como eso. Estaba en contra de la corriente, de un rugido que intentaba ensordecer el pensamiento; privarme de el.

Por Alx Godínez

jueves, 11 de octubre de 2012

Como pabilo encendido...


Como pabilo
encendido,
la punta 
de la llama
en el pistilo,

huésped 
de la cuna
de mi sexo.

Cuerpo recipiente
de tu cuerpo,

te esperan
mis labios 
como cruzados de piernas,

mi boca
hospedera
de sememas
tuyos, 

intelecto
invadido 
de tu horcajadura.

Replétame
de dedos
palpados 
con mis muslos,

de dedos
de olfato y gusto.

Mecha de vela
arde alta 
entre mis piernas,

hervor
de imagen sonora
y sensorial
que me sopa.

Replétame
de tacto
de tacto
y de sonido,

no lo siegues,

sigue 
diciendo 
un poco mudo
mi nombre.

martes, 9 de octubre de 2012

De sonámbulos y otras cosas

De sonámbulos y otras cosas
Como un soñador empedernido
Y filonocturnos cotidianos.

Caminaban por caminos
llenos de vaguedad y luces
incandecentes que giran
a su alrededor ficticio.

Ganando horas,
no por falta de ideas
sino por sueños cumplidos.

Se toman de las manos
secas y marchitas por
la oscuridad que rodea.

Como si pudieras sentir las grietas.
Y sin poder preguntarles dónde están sus ojos
Duermes para vivir tu propio sueño.

Que retumba en el horizonte
pintoresco de los sonámbulos
Y filonocturnos de diario.

lunes, 8 de octubre de 2012

De noctívagos y noches de modorra (II).

II

Un sonido de arbustos tintineó en el oído de Ernesto cuando salió de su departamento en la madrugada. Pasmado, tiró las llaves de la puerta de entrada y estas causaron un sonido que crujió en el edificio con un eco latente y estruendoso. El gato pardo que se escondía detrás de la maceta saltó del susto y huyó despavorido hasta desaparecer en la oscuridad nocturna. Ernesto se quedó pensativo frente a su puerta. Se sentía diferente, pesado, abrumado por una sensación titánica de profundo peligro. «La luz se escondió esta noche y no quiere salir a jugar», pensó mientras bajaba las escaleras de un tercer piso. Un hombre anciano lo saludó en el pasillo. “Buenas, doctor”, dijo el vetusto de facciones arrugadas y piel descolorida. “Buenas noches”, respondió Ernesto como por instinto, como si el ser escuchado en el abrumador silencio de las sombras fuese una necesidad absoluta. “Cuidado con los noctívagos, andan muy sueltos esta noche”, replicó el anciano con agobiante acento. Ernesto no comprendió por completo las palabras del hombre decrepito y esquelético que parecía un esbelto cadáver, de esos a los se les echan tierra y se les sepulta cuatro metros para olvidar el sufrimiento y el dolor de la pérdida.

            Las pisadas de Ernesto se escucharon fuertes cuando se dirigió a la calle. Un chillido molesto se percibió cuando abrió la puerta de la entrada del edificio. «A estas bisagras les falta aceite», pensó mientras cerraba la puerta y se apresuraba a guardar sus manos en los bolsillos de la chaqueta de lana.

            Dio varios pasos por los callejones y escondrijos que oscilaban cerca de su casa y se percató, tras varios minutos, que no tenía ni la menor idea de hacia dónde se dirigía. « ¿Y la tienda, no recuerdo dónde está?» se dijo así mismo sin encontrar en algún andurrial de su memoria, la respuesta a la incógnita planteada. La confusión le arrebató los ánimos. Volteó a todos lados sin saber exactamente donde se encontraba. La luna comenzó a distinguirse sonriendo entre las nubes. Un halito le acarició el cabello escaso en su cabeza. Se levantó los lentes que se caían impulsados por la gravedad desde su nariz. El desorden invadió sus pensamientos y comenzó a delirar posibles rutas para salir del embrollo. Ninguna lo convenció. No recordaba ni la ubicación exacta de su edificio, ni la familiaridad de las casas y calles de donde se hallaba.  El sonido fastidioso de los arbustos lo rodeó como un caos irascible que pasmó sus sentidos. Se desorientó. Perdió los deseos de encontrar una salida. Una mano le tocó el hombro. “No te pierdas en la oscuridad de la noche porque no hay nada más peligroso que quedar abandonado en la ignorancia de nuestros temores”, dijo la mano, o el ser extraño, la otredad encarnada al hablarle por la espalda y causarle un resquemor que ni veinte años de terapia continúa, podrían curar.
 
Alan Santos.

domingo, 7 de octubre de 2012

La hojarasca


Somos como la hojarasca
Pétalos de árboles marchitos
Sombras vanas que
Solo aguardan el ocaso

No hay sentido,
Ni oídos a nuestra voz
Solo un simple murmullo apagado
Con el arribar del otoño

Pero ese majestuoso soplo que
Mece las hojas, a todos
Nos hace bailar
Prístino surco,
Fruto de almíbar

Somos como la hojarasca
Flor imperecedera
Que embellece la rama frondosa, y
Que se tiñe de verde hermoso
Antes de ponerse canoso

Somos como la hojarasca
Flor que danza
Pétalo que ríe
Hoja que sonríe
Aun cuando su destino sea la
Caída

Por Ur el Goliardo.

sábado, 6 de octubre de 2012

"La distraída" por Pedro Salinas

La distraída

No estás ya aquí. Lo que veo
de ti, cuerpo, es sombra, engaño.
El alma tuya se fue
donde tú te irás mañana.
Aún esta tarde me ofrece
falsos rehenes, sonrisas

vagas, ademanes lentos,
un amor ya distraído.
Pero tu intención de ir
te llevó donde querías
lejos de aquí, donde estás
diciéndome:
«aquí estoy contigo, mira».
Y me señalas la ausencia.
 
                                                                                                                            (1891-1951)

viernes, 5 de octubre de 2012

Soneto XXXIV

I
Quise pensarte, mujer misteriosa
Para así, regocijar mis sentidos
Más de la tierra se escucharon ruidos
Que tachaban mi conducta afrentosa

II
Quise mirarte, niña esplendorosa

Por curar mis sentimientos heridos
Pero me son privilegios prohibidos
Por que la tarde se volvió lluviosa

III
¡Tan ingenuamente traté de hablarte
Pretendiendo disfrutar tu sonrisa
Que el día se volvió noche con prisa¡

IV
Mejor no intentaré nunca besarte
Porque Dios, al ver que de amor te inundo
Entonces puede destruir el mundo




Por Esteban Jiménez.

jueves, 4 de octubre de 2012

Secarse los labios


 1   Peor si te enteras de mi placer al mirarme 
     2  Tu ambiente tenso 
          de noche soy bella
   mi fijación sexual 
               de día extravagante.
contigo 
          3  Ninguna precaución
con un mesero 
        dedos lamidos
   con un Anonymous
                ventanas 
                ensabanadas
conmigo.
                   piernas y charcos.
   4 Si se amara
                       5   Al deseo  incontrolable
se besara
                 se le justifica todo
el fondo del ombligo
             morder los pliegues
              el vientre estrecho
                                    no tocarlos
       flojo
               todo ensalivarlo
plisado.
                                 secarse los labios.