jueves, 29 de noviembre de 2012

Otra vez [eres] la misma canción

Las coordenadas precisas y fijas,
el destino de todo lo bello que quepa en mí,
un sonido impensable, irreducible.

Canta la pieza de los tres
y del amor profundo.

El sueño de todos los días,
otra vez [eres] la misma canción.
Otra vez la misma rima.

Ducha de vapor que sofoca
y quita la vida.
No puedo respirar,
te me hundes 
muy por dentro
te me quedas.

Toca la pieza para siempre,
bien pegada.

Que no, si me quedo en la Luna.
Que no, si me bajas del cielo.

Deja la pieza en que me empujas siempremente
y te me quedas.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Tierra libre.


Sueños en campos de trigo amarillo tostado por la suave resolana
que el sol de invierno deposita en las espigas regocijantes
por el baile del viento que azotó con cuidado todo el año la cosecha.

Manos agrietadas de hombres que labran su vida,
viven para la tierra café que regocija de ser trabajada
por la longevidad y fuerza de ellos, llenos de propósitos,
de fe, de vida exaltada por las bocas que alguna vez su trigo tocará.

¡Deben de cuidarse!, les incumbe ahuyentar a sus lobos,
homo homini lupus en todo lo que hacen,
el enemigo convive con ellos, les quitan y exigen su trabajo,
trabajo que llenan con el sudor de la espalda que queman
bajo el incesante poder del sol a medio día.
En la tierra común se cobijan, los lobos caminan por sus campos y
se comen a la persona individual que ha hecho su faena por el trigo.

Deben de liberarse de  sí mismos,
actuar guiados por la conciencia no colectiva,
afanarse a la pasión que siente
su corazón al gastar la tierra con sus pies,
ocuparse de su felicidad en los campos,
pero nunca olvidarse de su individual persona.

martes, 27 de noviembre de 2012

If I needed someone.

Si tan solo necesitara a alguien 
seria como todos los otros, 
que buscan un amor al cual escribirle poesía.
Pasaría mis días buscando motivos para hacerlo feliz 
y pasaría mis atardeceres suspirando.

Si yo necesitara a alguien, 
mi vida, ¿Qué sería de ella? 
Sí, tú, pasarías a serla.
¡Oh vaya! 
¡Qué diferente sería mi vida
si yo fuera la tuya!

Si yo necesitara a alguien...
Te necesitaría a ti.

Por Arai G.

lunes, 26 de noviembre de 2012

De rock & roll y tragedias griegas.

19 de Junio, 1994. Los cuerpos de dos jóvenes son encontrados a las afueras del balneario conocido como Caracol Beach, en un deshuesadero de automóviles junto al cuerpo de un emigrante de origen cubano,  al que los residentes locales y conocidos consideraban un total chiflado, un loco de remate que veía, según su infinita demencia, un tigre de bengala alado que no se cansaba ni por un instante de perseguirlo, de acecharlo como un cazador con su presa hasta matarlo; hasta devorarlo sin dejar rastro del paso por la faz de la tierra de aquél ser insignificante.
Esta es la historia frenética, el relato narrado con gran maestría que nos trae el cubano Eliseo Alberto, hijo del poeta Eliseo Diego, y que nos sumerge en un viaje por la locura, el miedo, el perdón y la muerte. Un viaje del que no todos pueden regresar y del que sólo unos cuantos afortunados, ilustres escogidos por el destino, son capaces de eludir. Sin embargo nada es eterno y el encuentro con la finitud, con el final de nuestra existencia es inminente. Nada es evitable, el destino esta escrito. “Los designios de la Providencia son inescrutables”, diría Julio Cortázar, y la historia que se desarrolla muy cerca de una ciudad al sur de los Estados Unidos donde el multiculturalismo y la relación entre distintas ideologías, pensamientos y formas de ver la vida se entrecruzan, se mezclan y se convierten en el pan, el alimento necesario del día a día.
            Todo en esta novela esta escrito de una forma en la que la totalidad de los personajes se entrelazan unos con otros en un juego de coincidencias y equivocaciones que determinan un final catastrófico. Desde el sufrimiento eterno de un hombre cubano, el cual recibe los resquicios de una de las tantas guerras del África, más específicamente en Ibonda de Akú, transformados en la locura de imaginarse un tigre, y su salida esa fría noche de junio a las calles de Caracol Beach para buscar a alguien que lo mate, que le de muerte y acabe de una vez con su incalculable dolor; pasando por dos profesores que se otean con deseo, que se desean mutuamente y que pasan la noche, una agradable noche de copas, sin saber de antemano los acontecimientos que acometen a sus alumnos, el espanto de la tragedia ineludible; hasta los propios jóvenes: Martin Lowell, Tom Chávez y Laura Fontanet, que salen por cervezas para seguir la parranda, la noche de tragos entre ellos y sus demás amigos que los esperan  impacientes en una casa, sin conocer, sin tener la menor idea de que el soldado cubano Beto Milanés, el emigrante infeliz, los persigue sin cesar para que lo maten, y que el miedo a la muerte los arrastre a todos a la locura, al delirio inconcebible que viven los habitantes que yacen entre las letras de esta novela.
Un policía, su ayudante, un travesti confundido, su amante, los haitianos, la luna llena que se alza sobre el manto negruzco de la noche, un perro que ha sido estrellado contra un muro, un hombre que lo llora desconsolado, una prostituta mexicana que exige justicia, una anciana que quiere dormir pero el ruido de la música en la casa de al lado la ensordece, por lo que decide llamar a la policía;  todo un conjunto de seres que chocan entre sí y que poseen como lugar común, como único sitio donde la catástrofe humana, el desastre de las pupilas dilatándose hasta apagarse fluyen a ritmo de rock & roll, donde la tragedia se mueve con una cadencia alborotadora, un sitio llamado Caracol Beach, una playa, un deshuesadero, el único pedazo de tierra en este mundo donde los tigres de bengala vuelan con sus alas de cisne, buscando la carne tersa y suave de los locos y dementes que salen a las calles en un periplo sinuoso, deseando que los asesinen.
 

Alan Santos.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Golpe

De nuevo, en un cuarto
cierro mis ojos
y escucho.

Esos martillazos en el techo,
que se alejan con un golpe.
Y mientras tanto imagino
como, atareado, mi vecino
corre de pared a pared.

Y mientras duermo
siguen los ruidos
siguen, los ruidos
Y miro, siento,
vibra lo que sueño
con los golpes marchantes de mi techo

Y sueño que salto de rama en rama
como cuando era joven Tarzán.
Y me pego en el pecho
Hasta caer de mi cama

Tirado en el suelo
Despierto con un golpe
Y lo sigo escuchando
Golpe con golpe,
golpe con golpe

Hasta que mi corazón
Lo deja de escuchar
Y es mi corazón intenso
El que me mantiene despierto.

Por Sebuscapé.

viernes, 23 de noviembre de 2012

El rumor de tu carne


A mi eterno Aleph.

Sentí, que eras el verso y la palabra
donde habitan los ángeles del mundo.
Me estremecí ëntero al escuchar
el rumor de tu carne en mis adentros.


Y ya era el mundo un universo doble,
sitiado entre el dolor y los amores.
Y era tu voz una delicia intacta
y el roce de tu mano, un alma vaga.


Luego te repartiste a la galaxia,
encarnando a los hombres que te amaran:
y el mundo se sació de lo insaciable.
Luego supe que no eras el Poema,


sino amor habitando cada letra,
la letra que contiene a toda letra;
pero un hombre mortal y un solo polvo,
un polvo como yo, que en la galaxia


va vagando entre el verso y la Palabra.

Por Hernán Sicilia.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Euforia polisémica


Me gusta cuando compartes mi euforia polisémica
y te sacudes la boca con mis nervios
y te contagia mi lengua en una simpa.

Me gusta tu afición de mirarme
con tu media sonrisa
y tus ojos que caen cuando se ríen.

Tu montón de besos labiales
botaneros
matones y sensatos.

Que no me dejes besarte
y no detengas tus besos.

Que se nos encimen las perezas

y nos tiremos pegados

infinitamente.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

A mi padre.

Demuestro gratitud y agradezco a él con estas palabras.

Haz sabido serlo, eres esa persona,
desde que me tomaste y miraste,
con tus manos caminadas en vida
regocijantes de experiencias pasadas.
Reprendías mis actos, lo hiciste con amor,
sabías del daño, pero no conocías maneras
suaves para corregir el camino que tomaba,
agradezco tu empeño, me ha hecho quien soy.

Conozco tu historia, tu forjaste la mía,
confío en tu invulnerabilidad como padre y,
reconozco tu fragilidad como fiel humano
que ha combinado todo para ser un maestro
del puente en el que siempre caigo,
interrogado por la vida abrumante
que no cesa de ponerme pruebas andando,
tan voraz de mi y tímida de ti.

Hago estos versos a tu honorable existir
que creó y moldeó la coexistencia que tengo
junto con mis pensamientos, te doy estas
palabras que me sirven para agradecer,
mi lado más íntimo se descubre completo
al dejar caer el velo de los sentimientos y,
palabras hermosas brotan de ello para
que puedan acompañar mi recuerdo en tu vida;
Te amo padre, celebro el día en que me creaste,
con ello creaste el corazón que habita en mi 
haciendo que dictara a la pluma algo especial  
para celebrar tu aniversario en mi existir.


a Alberto Osorio Cruz



Por Carlos Osorio.

martes, 20 de noviembre de 2012

Encuentro inesperado.


Un señor de ásperas canas y mirada cansada caminó por las calles del centro de su ciudad sin preocupación, silbando  con soltura una canción popular de su tierra árida y canicular. Al vislumbrar la esquina de una calle y seguirse de largo, olvidó, como un infante descuidado, mirar hacia ambos lados antes de cruzarla. Un automóvil rojo y deslumbrante, con un conductor distraído que acababa de salir huyendo de su casa por un pleito épico con su mujer, se agachó por un instante para prender un cigarrillo sin filtro, y arrolló al señor con embestida brutal. El cuerpo de aquél hombre voló por los cielos hasta caer, atraído por la fuerza que ejerce la tierra sobre los objetos, contra la acera grisácea de la calle. Un tumulto de curiosos se acercó espantado al  automóvil asesino por el espectáculo acontecido, sin embargo el señor, que yacía tirado en el suelo, abrió los ojos y al contemplar a toda la gente a su alrededor emitió un gemido y se levantó sorprendido sin rasguño alguno. Los demás seres curiosos lo admiraron asombrados.

            El señor de ásperas canas recogió sus lentes con movimientos sutiles, y al colocarlos en sus ojos, admiró a detalle la figura siniestra de la muerte que lo señalaba con el dedo. “Te he dejado escoger esta ocasión”, dijo la muerte, “de ti depende, quieres seguir viviendo o te llevo conmigo para que le hagas compañía a tus padres”, concluyó con rauda voz. “Quiero seguir viviendo”, dijo el hombre canoso, “no planeo irme todavía. Aún tengo tanto que hacer”, aseveró mientras se limpiaba el polvo y la tierra del pantalón. “Asumirás las consecuencias de quedarte más tiempo del que debes”, respondió la muerte; y tras estas palabras, aquella sombra siniestra desapareció escondiéndose entre la multitud que caminaba absorta por la banqueta, buscando como cazador otra víctima inocente que pretenda huir de sus temibles fauces.

            El hombre regresó a su casa, contento por haber sobrevivido a tal accidente. Abrió la puerta de su apartamento y cuando pretendía darle un beso de buenas noches a su esposa que se encontraba recostada en la cama, los labios se le helaron y exteriorizó una sensación terrible que emanaba de sus entrañas. Su esposa había muerto de un infarto pocas horas antes de su llegada. Una nota terrible se leía sobre una repisa: “asume las consecuencias”, decía el recado. Vaya sorpresa se llevó el señor de ásperas canas y mirada cansada.
 
Alan Santos.

viernes, 16 de noviembre de 2012

La mula tuerta

Cuéntame, mula tuerta,
castrada de las garras,
tus fieras ocasiones.

Muestra las pezuñas intactas
largas que lastiman,
mula tuerta prieta, 
acabada de bañar te paras,
al frente de mi cara rancia
con tus barbas quemadas, 
con tus dientes con sarro.

Mal vista es tu cresta,
tu patilla hasta los codos
es una cochinada.

Puerca, muévete del paso,
ahí está bien, mija, estorbando.
¡Burrrrrra! te gritan los que ignoran
tu mundo bello enlodado.

No me suena la palabra distopía,
ni tu demencia me vuelve loca.
Sólo tu carita demacrada
se revuelve con las heces hechas polvo,
volando con viento que se mete en la boca.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

El corazón errante.

El errante ciclo de tu amor
me obliga a exaltar el mio,
condicionas su soberanía
metiendo malas compañías y,
vulnerando la mandíbula
que articula el placer 
de sentirse amado.

También hay mentiras 
que carcomen lo dicho por ti,
amarras lo corroído después y,
me obligas a creerlo.
Dejo de escuchar verdades,
tus labios han traicionado
el todo que esbozábamos,
puedo tolerar tu pesimismo,
los gritos de caudalosos ríos,
que comas como un oso,
el reproche de mis actos,
pues eso se convertirá en virtud,
esperaré a que suceda...
pero que mientas, que traiciones,
eso hace errar el corazón.
  
Por Carlos Osorio

martes, 13 de noviembre de 2012

Producto de un sueño a punto de despertar.

Miraba las caras, cada una como un mar, a pesar de ello, una tan diferente de la otra, pero todas con algo en común, Así como la gota de agua es única y diferente; todas contienen la misma esencia... todas mojan. Eso es lo que sucedía con las caras, todas empapaban de abismo, caer y caer pero nunca tocar el suelo.

Todas esas caras, esos cuerpos rígidos estampándose contra la frágil piel, producto de un sueño a punto de despertar y tan frágil como eso. Estaba en contra de la corriente, de un rugido que intentaba ensordecer el pensamiento; privarme de él.


Por Alx Godínez

lunes, 12 de noviembre de 2012

El corazón hace runrún (Prólogo a un cuento).


A Martín Cabrera, por el deseo interminable de ganar miles y no sólo pesos.

 

El último día de noviembre, cuando el frío creció y las hojas cayeron al suelo, Mario Canteros salió de su casa con tan solo una bufanda en el cuello, una chaqueta de cuero negra y miles de ilusiones en los bolsillos. Se sintió desplazado, solitario como un ermitaño chileno oculto por los ríos y montañas de la Patagonia. De su boca brotaba un halito que se percibía por el acrecentado frío que bajaba a la ciudad, helando todo con su singular paso. Las manos glaciales en los bolsillos de la chaqueta eran arremetidas por la insoportable frialdad del ambiente, y su cara, pálida y escueta, de la cual sobresalía su abultado bigote negro, no presentaba signos de alteración alguna.

¿Qué sintió Mario, qué lo acongojó, qué lo forzó a sentirte tan desdichado en esta vida tan efímera y maldita? ¿Es acaso el haber perdido un hijo, criatura tan delicada y diminuta, precoz e inocente, lo que lo hizo sentirse de esa manera tan terrible? ¿O es aquella perversa enfermedad, cúmulo de tragedias que le succionó la vida como un parasito virulento, desgraciado, lo que lo obligó a dirigirse a la desdicha y la tristeza? Caminó intensamente entre las calles y avenidas del centro de la ciudad: Lorenzo Boturini, dos pasos y hacia la derecha. Alto. Y vislumbró el semáforo y los coches pasar con su música estruendosa y canciones populares de Vicente Fernández, José Alfredo Jiménez y artistas desconocidos pero inolvidables. Llegó a Bolívar y se desplazó absorto, aletargado. Sus pensamientos no lo dejaban ni un instante, ni una milésima de segundo para decir: “Estoy aquí. Aún sigo vivo, no he muerto. O eso quiero creer, eso pretendo decirme a mí mismo, aunque sé que no es verdad. No soy yo, ni lo volveré a ser desde que perdí a mi hijo, mi retoño, una de mis razones de ser”. Arribó después de cruzar una gasolinera el Eje Central Lázaro Cárdenas, y al maravillarse con la imponente estatua de este singular personaje en un parquecillo, símbolo de la historia nacional, se sentó en una banquita a contemplar el girar del mundo, mismo que no se detendría por un ser tan pequeño, tan diminuto y microscópico, tan Mario Canteros sentado en una desguarnecida y desierta banqueta de escondrijo.

Colocado sobre el soporte metálico del asiento, después de reflexionarlo miles de veces en el espejo del baño, decidió, con la velocidad de una centella, que no moriría en un aburrido y grisáceo cuarto de hospital. “Me compré una moto”, recordó haberle dicho a su esposa, “me voy a rodarla hasta que me acabe las ruedas”, dijo poco antes de salir calladamente de su hogar. Debajo de la estatua, con la sensación de estar liberándose de las aprensivas ataduras de la vida, el moribundo hombre tomó la decisión más complicada e inexplicable de su vida. Al menos inexplicable para todo aquel que prefiere quedarse acostado a esperar la muerte.

Divisó una silueta acercándose a la distancia, recorriendo Ángel de la Peña como una ráfaga veloz y desesperada. Un runrún aleteó aproximándose a la dehesa. Y en el momento en el que se detuvo, justo en frente de Mario, el destino se había sellado con las marcas de los neumáticos en el pavimento.

Mario, aquí tengo tu cachivache”, declaró la voz amigable de Javier Santana, amigo inseparable de su infancia. “Gracias, amigo mío. Te debo una”, contestó Mario, tomando deprisa las llaves del vehículo de dos ruedas y montándose en él, poseído por el deseo incontenible de la libertad motorizada. “A dónde vas”, preguntó Javier. “A encontrarme con el significado de mi existencia, camarada”, dijo Mario con una voz opacada, venida a menos por el atronador ruido del motor de la motocicleta. El motorista se colocó con prontitud el casco, un par de guantes negros deslavados y con una afable señal se despidió de su amigo, quizás para siempre, entre las calles del centro de la ciudad, lugar de tragedias y donde los motociclistas como Mario Canteros, al igual que Mario Canteros, corren libres con la ventisca del otoño.


Alan Santos.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Acecho. (Dedicado a la memoria de José Gorostiza)


De pronto llega ese ser nocturno, que
Me seduce, me incita a abrazarla
La muerte

¿Qué quieres de mí?
Me dice que no pregunte
¡Silencio!
Mi corazón palpita,
Acrimonia de sabores
Espantos y resquemores

El descanso
Solo viene a darme un descanso

Y con voz tierna me dice:
No vengo a castigarte
Vengo a recompensarte
No soporto verte miserable
Dolido,
Tu rostro cianótico
Marchito como la hojarasca

¡Anda!
Apaga tus ojos
Disfruta el último aliento
Libérate
Soy un alquimista
Que puede convertirte en polvo sideral

¡Deja que te lleve el diablo!
Esa es una verdadera bendición

¿Qué debo hacer?
Temo su apariencia, pero me apetece su propuesta
Dejar este cuerpo putrefacto y estrechar sus frías manos
Ella puede apagar mi sed
Mi temperamento taciturno

Y por fin termina el acecho
Cuando la muerte me susurra
Las palabras del sabio Heráclito:
“A los que mueren…
Les aguardan cosas que no esperan ni se imaginan”

¿Te imaginas? Muerte, instante, parsimonia… nada.

Por Ur el Goliardo.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Soneto IV (Nuestros muertos)

Si mexicanos al grito de guerra
contra la sangre hermana abren fuego,
es la muerte quien cobija su ruego
el infierno se edifica en la tierra.

Si la madre al propio hijo entierra,
no hay palabra ni consuelo placiego,
los asesinos del verde trasiego,
la justicia convertida en su perra.

Más, responsables de esta agonía,
de la peor gnominia desatada,
no podrán silenciar su cobardía

frente al horror, la verdad descarnada:
de los muertos que caen a cada día,
de la patria inútilmente desangrada.

Por Juan Fredi Leyva Payan.


jueves, 8 de noviembre de 2012

Que ahora lo que pido es


Que ahora lo que pido es
que me dejes rozarte un poco la cara
y suave, como si fuera masa,
clavar muy despacio en tus párpados mis dedos
y apretarte los ojos
y destrozarte las fosas con mi pulgar.

Apenas
y a penas
rozarte la boca
y con todo el asco que ésta me provoca,
morderte con rabia 
hasta arrancarte los labios con sangre escandalosa.

Y pedirle a Dios 
que te perdone
y que te cure.

Pero ahora lo que pido es
que me dejes rozarte un poco la cara
y suave, como si fuera masa,
clavar muy despacio en tus párpados las uñas
y apretarte los ojos...

mucho...

para que veas.

martes, 6 de noviembre de 2012

Farolito.

Farolito que alumbras apenas, 
mi calle desierta 
Cuantas noches me viste llorando, 
llamar a su puerta 
Sin llevarle más que una canción, 
Un pedazo de mi corazón 
Sin llevarle más nada que un beso 
friolento, travieso, amargo y dulzón 

Sin llevarle más que una canción, 
Un pedazo de mi corazón 
Sin llevarle más nada que un beso 
friolento, travieso, amargo y dulzón.



Recordando una de las canciones de Agustín Lara en su aniversario Luctuoso, porque parece poesía su canto.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Muerte sobre muerte.


Imagínense como se sintió Federico cuando descubrió, al abrir los ojos, que ya estaba muerto. Un hálito de desesperación y tristeza le recorrió el cuello y al voltear, descubrió a su esposa recargada, con un rosario en la mano, sobre la cama donde se apreciaba un cuerpo inerte y desprotegido. Ese soplo en el cuello era caliente, espeso, como un chorro de vida que se esfumaba para siempre con el viento. Intentó soplar y sólo exteriorizó un asombro tremendo al observar que nada salía por su boca. “Los muertos no respiran, no seas tonto”, se dijo a sí mismo mientras se daba golpecitos en la cabeza. No sentía dolor alguno. “Con que ésta es la muerte”, dijo en un monologo sin audiencia, seco y para sí. Qué aburrida la muerte, qué aburrida. Todo se termina como empieza: un día estás ahí, sonriéndole a la vida y disfrutando de una coca-cola con hielos y una charla de mil horas con los amigos y parientes sobre temas irrelevantes porque la vida es efímera, y al otro estiras la pata y se acabó; y entonces descubriste que no hiciste nada de tu vida y te entristeces, lloras y pataleas, luego se te pasa, das el último aliento, y ves la luz.

            Un sinfín de lucecillas de múltiples colores rondaron por el alma de Federico, la cual yacía indiferente sobre su cuarto, el cuarto de la casa donde alguna vez durmió con su esposa y donde veía la televisión, las noticas y por supuesto el fútbol, nunca puede faltar el fútbol. Las lucecillas verdes, azules, anaranjadas, lo levantaron hacia el infinito y cuando llegó al cielo, se halló a sí mismo repleto de un montón de almas, espíritus inmutados que daban vueltas de un lado a otro. Notó una silueta familiar y cuando se acercó, manifestó una sorpresa al encontrarse con su padre, muerto hace más de veinte años. “De modo que este es el cielo”, aseveró Federico. “Más o menos”, respondió su padre, “es más como un ir y venir interminable de almas que giran una sobre otra por la eternidad. Muerte sobre muerte se acumula en este limbo infinito hasta explotar”, dijo el alma de un padre que poseía una mirada perdida, entristecida por dar vueltas sin rumbo durante tanto tiempo. “Qué frustración”, contestó Federico, indignado, preocupado por ese terrible destino. “No es tan malo”, dijo su padre, “es como la vida: te quedas en el limbo, esperando tu turno para llegar al final del camino cuando ¡puff! Tu alma se desvanece y te conviertes en energía y alimentas a alguna estrella lejana. A Raymond, mi amigo desde hace quince años, el cual se hallaba enfrente de mí le sucedió eso hace ya tiempo, un día mientras esperábamos como siempre en la fila. A fin de cuentas hijo mió, así es la muerte por lo que debes irte acostumbrando”, afirmó aquel padre a su hijo mientras observaban, a la distancia, a dos personas, una mujer oronda y horripilante, y a un hombre que parecía ser su esposo, desintegrarse en millones de partículas, como una lluvia de diamantina excelsa  y brillante que alimentará a los astros por la eternidad.
 
Alan Santos.

domingo, 4 de noviembre de 2012

La promiscuidad de las ilusiones

Quizá quería ocultar el
radiante sol de verano,
coagularle con la sangre
de traición a hermano;
ahora quedo sepultado
por las otoñales ojas…

Que bellas son las blancas perlas
cuando caen del cielo
humedeciendo de deseo

Como el fresco roció;
viento prodigioso
bajo el calcinante sol,

este sol que ha calcinado
a golpe y ley mi tierra
y torrentes aguaceros

que ha podrido las raíces
de este tronco sin barnices.

Como el fresco roció;
viento prodigioso
bajo el calcinante sol.

¡Oh¡ bandera sin colores,
nación de desilusiones,
promiscua de desilusiones,

háblame de tus desamores
y de tus ahogadas flores;
marchitas sensaciones…

De tus siglos y pasiones…

Oh tricolor, oh tricolor, oh…



Por Alx Godinez.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Kilómetros de vida


Hoy desperté a kilómetros de vida lejos de ti. Curiosamente lo hice más temprano que nunca. Sin sueño, sin estrés. En el desayuno me bebí tu recuerdo en una taza de café y lo acompañé con un pan rancio como mi historia pero dulce como mi libertad. La ducha fue breve como eterna, tardé sólo un momento en lavarme todas las impurezas del ayer, pero largas fueron las horas en las que masajeé con shampoo un mundo de pensamientos. Me vestí con las ropas de tu ausencia, remendadas con la tela del olvido y la prosperidad. Después agrupé un sinfín de ideas, anécdotas y aspiraciones, las guardé dentro de mí boina y con ella cubrí mi cabeza. Afuera hace frío, nieva. Pero adentro es cálido, acogedor. Tomé mi mochila llena de dudas, de expectativas y salí una vez más rumbo a la aventura, esa, a la que llamamos vida. Emprendí una vez más mi camino a kilómetros de vida lejos de ti y mientras pensaba en todo y en nada recordé, que hoy se celebraba una festividad. Tal vez un aniversario, quizás navidad. No importa, es lo de menos. Es un buen pretexto para regalarte un beso, un cuento, un escrito más.

Por Hugo Garciamarín.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Ésta es la muerte de su sombra


Ésta es la muerte de su sombra
de la que estaba harto ya.

Cuidadosa espuma que se eleva
por la pura molestia y alevosía 
de haber asesinado,
de ironía y de pecado.

La muerte de su densidad soberbia
que enmascaraba las habitaciones,
y que nublaba la vista y los sueños
y los mundos.

Descontrol de esfínteres,
desefrenado trote de caballos
y cabellos rotos y venas rotas.

Es la muerte de su mugre,
de su mirada sin fin
y de la emergencia de querer salir corriendo,
emergencia de querer morir.

Paseos por los sueños.

Tan en sueños me encontraba, 
por el monte de Venus caminaba,
probaba tu sabia y regocijaba,
como un pez en el agua viajaba
contento de estar de vuelta en casa.

Me agito y sudo vapor espeso 
que humedece el árido ambiente,
llenamos de amor la vasija
que nos retiene con firme 
sutileza empapada de predilección.

Finalmente hay algo grande,
pasea por nuestros pensamientos
un sin fin de emociones brotantes,
nuestros sentidos exaltados
no pueden ver más allá
de aquello que hemos plasmado,
descansamos en el seno de ambos
y hoy nos hemos vuelto uno, 
aproveché todo el momento 
para dar mi vida en tu cuerpo.