Charlas:
La inhumanidad de él, ser humano
¡Vaya! Que detestable es la falacia de la convivencia.
En realidad es o puede llegar a ser una sensación de aburrimiento,
más desalentadora que convivir con un fastidioso marrano.
Todos, sin excepción alguna, ni de mi madre ni de mi hermano: unos egoistas, una red de sin sentidos cada vez más y más... ya no se si grande o pequeña.
Pero eso no importa, nunca ha importado y nunca importará,
como tampoco importa si el suelo cayó ayer o si mi corazón es plano.
Pero... ¡Vaya! Que engañoso es el dispendioso mundo en el que uno se cree libre y feliz.
Ya es como creer en una droga, o más bien, en una silueta idolatrada,
que nadie ve, pero se sabe que existe.
Anhelo ver por fin la terminación, el momento de dar un sincero pésame;
por mi, por ti, por el tu- yo, por nosotros, por mi corazón palpitante por aquella utopía tan embarullada e insípida,
espero ver por favor de todos, el final de estas hipocrecías.
Y espero que algún día todo regrese a ser tan agraciado como alguna vez lo fue en su infancia, el ser humano.
Por Sebastián González de León y León.
No hay comentarios:
Publicar un comentario