Lágrimas enterradas en mi corazón,
arden sobre mi cara, pero tranquilizan
La ira va saliendo como una bestia,
pero una bestia silenciosa.
Una bestia con miedo a herirte,
pero que al mismo tiempo resiente.
Resiente las heridas que marcaste,
que marcaste sin importar su dolor
y que hiciste por capricho tuyo
Y entonces la bestia se tranquiliza
Y llora… llora amargamente.
Por tu desinterés, por tu gran ceguera,
por la ausencia de ese perdón.
Esa fue la herida mas grande
Y no duele como las demás ,
sangrará hasta el día de su muerte.
Que no duele con grito de rabia
sino duele como ausencia, vacío.
Un vacío que quiere ser llenado,
llenado por ti su causante.
Una herida que llora tristemente
ya no con ira, sino desesperación
¿Por qué te es tan difícil?
Reconoce, reconoce que te equivocaste.
Yo sé que prefieres reprochármelo,
prefieres gritarme iracundamente
para que no tengas ya que disculparte.
Pero yo ya me cansé, me agoté,
dejé de buscar caminos y razones.
Me rindo, me rindo ante ti,
mi mayor castigadora, mi inquisición.
Por Eva María
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