apareció el aún palpitante cuerpo
que flota en el charco de fe,
ese con el que llegaste
a ser colibrí rojo.
Ha caducado, yace inmóvil
sólo fue un breve estruendo
su último respiro,
pero sigue fluyendo
en la luz naranja de marzo.
Tú en cambio, creas tus alas,
les temes, las arrancas y las matas;
gimes y destruyes la esfera de plata.
Robas los caballos y los apuñalas
con tu amarilla rabia.
Escúchame: busca la tormenta,
sólo ella te es fiel corona
sedúcela, bésala y devórala.
Traza una escalera con sus huesos
y sube a la plataforma blanca.
Transgrede el morbo de la atmósfera
extiende el vacío desértico,
paraliza tu juicio ciego y
fúndete en el licor de la nada,
el origen encorvado de la transparencia.
Anónimo.
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