pues muy dentro de mí,
la verdad se aposenta,
como un rey tirano,
esperando a que me derrumbe,
tratando de destruir mis paredes,
que tan a salvo me tienen.
Pero pronto, el tiempo se acerca,
la verdad me llama
con su dulce voz de sirena.
Mientras, yo en mi naufragio,
soy tentada por su voz.
Es necesaria, es mi salvación,
es lo más bello que he escuchado.
Pero quién o qué es esa voz
que me envuelve con sus notas.
Ya no hay tiempo, no más.
La incertidumbre me ataca,
se sube a mi espalda y hombros,
me arranca la respiración.
¿Qué hacer? Aún no lo sé.
Hay una decisión que tomar…
Listo, no hay más que hacer.
Tomaré a mi sirena, mi verdad,
nadaré con ella hasta las aguas,
las más profundas, las más obscuras.
las más profundas, las más obscuras.
Me adentraré en las cavidades del océano,
con la ilusión y la esperanza,
de que quizás se filtre un rayo,
un rayo de luz deslumbrante
y luego logre salir… ¡Salir!
Salir de todo este embrollo
que a mi cabeza embriaga
y entonces así, sólo así,
logre respirar hondo, profundamente,
y mis pulmones se muevan con la armonía
de las dulces notas de lo inesperado.
Por Eva María
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