La gente decía: "Es momento de
cerrar ese ciclo y comenzar uno nuevo", pero por más que lo escuchaba, por
alguna razón se negaba a aplicar el consejo.
Un día, en el que veía caer la lluvia
por la ventana, lo comprendió...
Simple y sencillamente, ella detestaba
esa oración; y no es que tuviera algo en contra de los ciclo.
Como amante de las ciencias exactas,
ella sabía que no había nada más tranquilizante que un ciclo definido y sin
sorpresas.
Era más bien que le desagradaba pensar
en una vida formada por ciclos, pues eso representaría una existencia sin
sorpresas, sin sabores y en la cual estaría condenada a repetir los mismos
aciertos, pero también los mismos errores.
Y eso definitivamente iba en contra de
su naturaleza. No. Si su cida pudiera verse en una hoja de papel, no habría
ciclos, habría líneas, montones y montones de ellas.
Líneas con un punto de partida y uno de
final, líneas rectas, curvas o amorfas, unas tan cortas que parecerían puntos y
otras tan largas que parecían interminables.
Algunas formarían un ángulo de 90˚ con
otra que pertenecería al dibujo de alguien más, o serían paralelas, o
comenzaban paralelas y después se iban alejando...
Eso era la vida para ella, un montón de líneas y ningún ciclo.
Por Santa Irais Chamorro.
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