Un plátano descansaba
tranquilo y sereno sobre un frutero. Aquella banana era tan feliz meciéndose sobre
un montón de uvas y dos frescas manzanas. Cuando sin aviso alguno, sin carta de
presentación, una gigantesca mano lo tomó por sorpresa. Lo desnudó, le quitó
sin remordimiento su hermosa piel amarilla y el pobre comenzó a llorar
incontrolablemente sobre la aterradora garra que lo sostenía con furia. El ente
asesino no lo escuchaba gritar, llorar; implorar por su existencia mientras las demás
frutas al unísono, gritaban conjuras contra el horripilante agresor. “¡Fruticidio!
¡Fruticidio!” vociferaban las manzanas y las uvas observando con pavor el
terrible acto. El pobre plátano con dulces lágrimas de potasio exclamó, poco
antes de morir: “Maldito humano, ¿por qué a mí?”
Alan Santos.
1 comentario:
Muy bueno, me gustó.
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