«Amigo deja de
seguir a esa dama, hay muchos peces en el mar». Dijo un hombre a otro hombre,
que desde ese día se embarcó decidido, en un pesquero. El hombre recorrió
motivado todos los océanos y mares conocidos, tratando de hallar por fin, aquel
pez colorado que lo esperaba en algún recóndito lugar del mundo acuático.
Quizás
lo encontraría en la calidez tropical de
un islote del caribe, o posiblemente en la insólita frialdad de los mares
polares. No lo sabía. Pero si de algo estaba seguro el hombre timorato –ahora noble
pescador–, era de que a pesar de las
adversidades de la vida, se encontraría con el pez de su destino al mirarlo a
los ojos: no importando si éste resultara ser un tímido y saltarín salmón, o
una agresiva barracuda esperando a su presa, en las turbias y misteriosas aguas
del Mediterráneo.
Alan Santos.
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