- Hola oficial, soy Aurora y por favor no me interrumpa que en
esta vida he hablado muy poco y cuando tengo algo que decir merezco ser
escuchada. Vivo en las lomas que ve allá arriba, nunca me he mudado de allí
para ninguna otra parte, ahí naci y cuando me case mi esposo se quedo con
nosotros hasta que se fueron mis dos hermanos a la capital después de la muerte
de mis padres. Lo más lejos que he llegado ha sido al pueblo, usted sabe,
por necesidad. Y más después que mi esposo me abandono embarazada de mi hija
Cleotilde que ahora cumple sus 16 años.
La verdad es que este es un campo muy
normal donde no pasa nada que Dios no quiera, pero vengo precisamente por algo
muy importante que paso en contra de la voluntad del altísimo, nuestro señor. Y
estoy segura oficial que el señor me ha enviado para que se le aplique justicia
a aquel que pretende ser el todopoderoso quitándole la vida a alguien. ¡Si
mi oficial!, vengo a reportarle un homicidio.
- ¿¡Pero cómo es posible señora!? ¡Algo tan serio como un
homicidio y usted comienza relatándome su vida! Ahora mismo hay que salir a…
- ¡Cállese! ¡O no le digo! Así que siéntese y déjeme explicarle
que sin mí no podrá usted hacer nada.
Fíjese que esta mañana, bien
tempranito, como todos los miércoles desde que tengo 10 años, me he ido al rio
a lavar. Y fue ahí cuando vi el cadáver de un joven de piel clara, así,
un poquito más quemadito que yo, cabello lacio y abundante y vestido muy
elegantemente con un ramo de flores metido en la boca.
¡Ay oficial! Perdone usted si no es
ahora hasta las 3 de la tarde que les vengo a decir lo que ha pasado, pero debí
moverme a otro lado del rio a lavar y en la casa me esperaban mis quehaceres,
además, tenía que consultarlo con Dios el siempre me dice que hacer.
- Señora discúlpeme, pero le ruego por
favor que trate de ser objetiva y colabore con nosotros. Debemos tomar carta en
el asunto lo antes posible, así que venga usted conmigo y con los demás
oficiales al lugar de los hechos.
- ¡Ah no oficial! Si en el lugar
de los hechos no ha quedado nada. Yo misma me encargue de dejarle todo eso
limpiecito, con ayuda de la Cleotilde enterré al pobre hombre como se
debe, hasta le oramos, y las flores que llevaba en su boca se las he puesto
encima de su tumba. Además le he lavado la ropa, claro menos la interior
porque sería deshonroso delante de mi hija y delante del señor.
- ¿¡Esta usted loca!? Ese cuerpo debe
ser entregado a los forenses para ser estudiado e investigar el caso.
Al pronunciar estas palabras suena el teléfono.
- ¿Si? Aja, entiendo (mira a la mujer con cara de
desesperación mientras tomaba unas notas), lo llamo enseguida, ya
trabajaré en eso. Bueno, adiós.
Señora, -le dice entre un suspiro
mirando las notas- ¿puede detallarme como era el hombre que encontró a
orillas del rio?
- Mire, era un poco mas quemadito que yo, no mucho, imagínese como
si hubiese pasado una tarde bajo el sol. Tenía mucho cabello lacio y oscuro.
Era joven de peso común, no muy alto, con un golpe en la cabeza. Vestía una
camisa azul la cual me dio mucho trabajo para sacarle el sucio de tierra
pero soy hija de mi madre ya sabe ella era…
- ¡Señora concéntrese!
- Y unos pantalones negros.
- Escúcheme…
- Aurora, mi nombre es Aurora, como la madre de mi padre.
- Escúcheme Aurora, al parecer el joven que ha encontrado a orillas
del rio es el novio de la hija del acalde del pueblo y la iba a visitar, por
eso las flores. Según el alcalde el muchacho también cargaba en la
suelas de sus zapatos la combinación de una caja fuerte que habían sacado la
muchacha y él para lo de su casamiento. Algunos rufianes se habrán enterado y
lo han seguido sin poder conseguir nada por suerte, pero por desgracia matando
al pobre muchacho. Aurora, debe llevarme a donde enterró al muchacho y
conseguir esa combinación.
- Ay oficial mire que mi memoria no es vaga ni despierta pero hare
lo posible. Ah! Pero si lo encontraremos en seguida por el ramo de flores.
- Vamos entonces.
Al llegar a orillas del rio encuentran las flores
dispersas por todo lugar, el viento las había pateado dejándolas desorganizadas
en la orilla. El alcalde se agarro la cabeza y miro a Aurora que en ese
momento miraba al cielo con las manos juntas orando.
- ¿Y ahora oficial? ¿Que hacemos?
- Búsquese un pico y una pala, empecemos a cavar y hasta que no
demos con el cuerpo del joven ¡de aquí no nos vamos!
- ¿Que!?
- Como acaba de oír Aurora, por su culpa estamos en este
lío! ¿¡A quien se le ocurre hacer tal cosa!?
- ¡Ay Dios mío! Por estar yo de entremetida, si bien me lo ha
dicho mi madre, ¡los miércoles son para lavar!
Por Elba Caba.
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