Un señor de mediana edad sale de su casa con una bolsa de basura inorgánica y la coloca en la puerta de entrada para que el basurero pase a recogerla. De entre los desperdicios sobresale una caja de cartón, la cual alguna vez tuvo en su interior una televisión de plasma, pantalla plana, treinta y dos pulgadas. El señor de la basura pasa a recoger los desechos y se maravilla con la caja de cartón. La toma junto con la basura y se la lleva.
Durante el trayecto un perro ataca al basurero y en el conflicto la caja de cartón queda varada en una esquina. Más tarde un niño se acerca y comienza a jugar con lo que ahora es un castillo. Su madre lo regaña y el castillo vuelve a ser una caja de cartón. Llovizna por unos minutos y dos gatos pardos se refugian en la caja que ahora es una casa. Pasa la lluvia y los gatos, aburridos se van a maullar a otra parte. La caja de cartón toma su apariencia original, para volver a cambiar cuando una señora se acerca y coloca diversos utensilios en lo que en este momento es una caja de herramientas.
Al arribar a su hogar pone la caja de herramientas en el suelo y saca todo su contenido, obligando a aquel objeto solitario a volver a su insignificante forma de caja de cartón. Su hija se acerca y emplaza sus juguetes en la caja, que es para lo que finalmente, después de tantas trasmutaciones sirven las cajas de cartón. Para fungir como cofres de tesoros infantiles a los niños de corta edad.
Por Alan Santos
1 comentario:
Retorna a la niñez de un modo hermoso, dibujando una hermosa sonrisa entre cada transformación.
¡Muy bello!
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