Los
sillones son perfectos para entablar relaciones de diversa índole. Son cómodos,
acolchonados y efectivos para sentarse comiendo besos y caricias casuales sobre
o por debajo del pantalón. Se disfrutan entre los casados, los amantes, los
amigos, los desconocidos y todos
aquellos que prefieren la sensación fugaz del momento, de las pelusas en la
indumentaria; que la discrecionalidad y el misterio escondido de las camas
matrimoniales.
A
los sillones no les molesta que las pasiones se desaten sobre ellos, mientras
los que estén encima no sean orondos robustos de intenso arrebato, o enamorados
primerizos que dejen caer algún fluido desconocido en el terciopelo decolorado.
Alan Santos.