martes, 11 de septiembre de 2012

Una noche más.




Ésta, es otra de esas nochecitas… de esas que pensé que ya no pasarían, cuando el aire que se cuela por mi ventana es más frío, y la música que suena es aún más triste.
Y es que, no te has ido del todo, sigues aquí un poco y es porque me hiciste como quisiste, me traes y me llevas y me haces dar vueltas. Me transformaste en lo que soy ahora. No sólo me hiciste una persona diferente si no que también, te encargaste de que nada de lo que me diste se olvidara.
 Y si lo acepto, ahora tengo el sabor de ti.
 Sí, te fuiste, pero me dejaste esa sensación de que yo aún te pertenecía, me dejaste perdida, pero ya no sé si quiero buscar el camino de vuelta a ti. Aún tengo ese dolor que no se va, a veces me ocurre pensar que aún estamos juntos, pero regreso y me golpeo con la realidad,  como si fuera un espejo y no me gusta para nada lo que veo frente a mis ojos. Esto en lo que me convertiste, en esta persona incapaz de ver por sí sola, me convertiste en algo que nunca quise ser. Dime tú, cuando todo se olvida, ¿a dónde va? ¡Dímelo! Quiero saber, para enviarte al mismo lugar.
 Y así transcurre otra noche en la que te vuelves mi tormento, y muy probablemente te conviertas en la pesadilla de esta madrugada. Te sorprendería saber cómo mi mente te recrea exactamente, esos ojos que hipnotizan y esa sonrisa de niño que cautiva. No podría pedir más, sólo ahí puedes estar. 
Por Arai G.