viernes, 25 de mayo de 2012

Momentos y Cambios


El sol sale y sigo en cama, pensativa. Divagando recuerdos y añorando momentos irrepetibles que quedaron tatuados en la vejes de mi cuerpo y de mi memoria. Añorando situaciones sentimentales gratas y felices, despreocupadas y tranquilas. Me siento nostálgica pero no triste, cuestionando si algo pudo haberse hecho para evitar el cambio, las diferencias que llegan como un golpe en la cara y no sabes cómo reaccionar o cómo pelearlo. Me niego a pensar que mi vida no seguirá igual, que entrarán nuevas personas y saldrán las que estimo y quiero. Me niego a extrañar. Cierro los ojos pensando en respuestas a preguntas que ni me he formulado, buscando salidas en un edificio sin puertas ni ventanas; miro el techo y descubro figuras irregulares sin sentido que me ayudan a tranquilizarme. Soñando con un mejor mañana, ayudándome a encontrar motivación de lo que quiero llegar a ser, cumplir mis metas, anular esperanzas y sentirme segura y confiada.

Me quito las sábanas de un cuerpo desnudo, comienzan a pesarme y siento calor. Se acerca la inevitable pregunta de qué prosigue, qué voy a hacer que rinda frutos para sentirme satisfecha y plena.

Entro al baño y abro la regadera sin esperar y perder tiempo a que se caliente. Tengo ganas de tener frío, titiritar y temblar; sentir cada parte de mi cuerpo contraerse buscando calor y satisfacción sin yo permitírselo. No me molesto en enjuagarme, sólo quiero despertar y continuar. Cierro la llave esperando a que la última y desesperada gota llegue a su oscuro final, igual que todas las millones que ya se perdieron. Algunas sobrevivientes recorren mi cuerpo llenas de pánico y miedo pero les doy la oportunidad de seguir disfrutando de su lento camino, víctimas de la gravedad. Mis piernas se cansan y pierden fuerza, exigiéndome un descanso, sentándome en el suelo me doy cuenta de que he perdido tiempo en algo que no tiene final. Divagaciones que no tienen conclusión y, si las tienen, derivan en otras muchas divagaciones inservibles. Me arrepiento de haber pensado tanto y haberme complicado en algo que no era tan complejo desde un principio. Me seco la cara con una toalla ya mojada, sintiendo aun más frío que antes, pensando que este es un nuevo comienzo.
Me levanto y aprovecho el momento para mirarme en el espejo y meditar sobre quién soy y quién quiero ser. Siento que se aproxima ese momento culminante del día, ese momento que cambia el rumbo de las cosas y el sentido de lo que hago. Lo siento cada vez más real y cercano, hasta que siento como comienza a dominar todo mi cuerpo y se apodera de mis reacciones, mi actitud y comportamiento. Ha llegado ese momento. En ese momento sonrío, y todo cambió.

Por Carolina Harte González.