lunes, 30 de julio de 2012

Una fruta.


Un plátano descansaba tranquilo y sereno sobre un frutero. Aquella banana era tan feliz meciéndose sobre un montón de uvas y dos frescas manzanas. Cuando sin aviso alguno, sin carta de presentación, una gigantesca mano lo tomó por sorpresa. Lo desnudó, le quitó sin remordimiento su hermosa piel amarilla y el pobre comenzó a llorar incontrolablemente sobre la aterradora garra que lo sostenía con furia. El ente asesino no lo escuchaba gritar, llorar; implorar por su existencia mientras las demás frutas al unísono, gritaban conjuras contra el horripilante agresor. “¡Fruticidio! ¡Fruticidio!” vociferaban las manzanas y las uvas observando con pavor el terrible acto. El pobre plátano con dulces lágrimas de potasio exclamó, poco antes de morir: “Maldito humano, ¿por qué a mí?”
Alan Santos.