contra la sangre hermana abren fuego,
es la muerte quien cobija su ruego
el infierno se edifica en la tierra.
Si la madre al propio hijo entierra,
no hay palabra ni consuelo placiego,
los asesinos del verde trasiego,
la justicia convertida en su perra.
Más, responsables de esta agonía,
de la peor gnominia desatada,
no podrán silenciar su cobardía
frente al horror, la verdad descarnada:
de los muertos que caen a cada día,
de la patria inútilmente desangrada.
Por Juan Fredi Leyva Payan.