martes, 31 de julio de 2012

Verano.


Un ente se infiltra en mi mente,
en mis pensamientos taciturnos,
tratando de robarme el sueño;

Con angelical tacto de cielo
pero infesto en su recuerdo,
dulce contradicción que siento,

que me empuja a escribir versos
de belleza e inflorescencia,
melancolía; dulzura mustia.

Mi amor es una anamorfosis,
dulce tentación, bella pasión,
que ha de sucumbir en conspiración

de aquella incesante sonrisa,
en mi mente, fresca como la brisa
y pura como la luna...

...En mi imaginación retumba;
el anhelo sale de su tumba
y el rocío se queda en flores

de primaveras pasadas; marchitas,
lágrimas en sus rosadas mejillas,
a mi inerme verano dan vida,

llenan el otoño de alegría,
con tus pétalos y con tu gracia,
eres musa, eres una flor hermosa,

eres el campo entero de rosas,
eres completamente primaveras,
permíteme ser tu otoño, hermosa.



Alx.

lunes, 30 de julio de 2012

Una fruta.


Un plátano descansaba tranquilo y sereno sobre un frutero. Aquella banana era tan feliz meciéndose sobre un montón de uvas y dos frescas manzanas. Cuando sin aviso alguno, sin carta de presentación, una gigantesca mano lo tomó por sorpresa. Lo desnudó, le quitó sin remordimiento su hermosa piel amarilla y el pobre comenzó a llorar incontrolablemente sobre la aterradora garra que lo sostenía con furia. El ente asesino no lo escuchaba gritar, llorar; implorar por su existencia mientras las demás frutas al unísono, gritaban conjuras contra el horripilante agresor. “¡Fruticidio! ¡Fruticidio!” vociferaban las manzanas y las uvas observando con pavor el terrible acto. El pobre plátano con dulces lágrimas de potasio exclamó, poco antes de morir: “Maldito humano, ¿por qué a mí?”
Alan Santos.

domingo, 29 de julio de 2012

Razón


Lo que da razón, tan complejo,
Tan indescriptible,
Te hace llorar,
Te hace reír,
Es una sensación de bienestar,
La perfecta trampa.

Es complicado explicar qué es,
Tan trabado, tan claro
Tan lúcido en principio
Pero con problema de objetivo
Razón no es más
Es menos cuando te crees más.

Por Sebuscape.

viernes, 27 de julio de 2012

El canto de las sirenas


De vez en cuando, de noche sonaba un silbato. Un día acostado en mi cama escuché a lo lejos un sonido agudo y penetrante que llenó la habitación con un eco ensordecedor; me levanté en seguida y moviendo mi pesado cuerpo, me envolví en la penumbra y me aproximé a la pared más cercana. Pegué mi oreja al concreto y con sorpresa llegó a mí sentir un sonido melodioso y rítmico, capaz de mantenerme allí envuelto por lo menos cuarenta y cinco minutos. Escuché el canto que cuarenta años después alcancé a distinguir en una mujer, me lo decía todo y de todas las formas posibles; con besos en la boca, con pinceladas en la espalda, con abrazos en el cuerpo y besos varios.

Caí. Caí rotundamente en el sueño y en el canto de sirena que escuchaba a través de esa mujer, justo de la misma manera que hace cuarenta años, cuando terminaba de jugar con la mente y mis manos, y pegaba como un idiota periodista a la pared de concreto televisivo mi suave oído.

Una mujer que de pronto  decía que sí y después decía que me saliera de su pieza y apagara la luz cuando estuviera fuera; a veces ponía su oreja en la pared para poder escuchar el canto, pero yo le repetía una y otra vez que a veces uno tenía que esperar uno o dos años a las sirenas que no siempre estaban a la disposición de cualquiera. Ni una vez pudo disentir el notable aullido marítimo que endulzaba los oídos, el párpado y el sexo.

Era una mujer que lo creía casi todo, podía contar cien historias juntas sobre distintas civilización fantásticas o no, podía hacer que mi cuerpo vibrara y sobre todo, podía pegar su oído a la pared por más de cincuenta minutos, un años, dos ó lo que fuera necesario. Pasábamos la tarde leyendo y mirando hacia abajo sentados en el balcón. A veces nos veíamos y otras veíamos a otros que caminaban cerca de nuestra conversación.

Un día me dijo: “José, quiero un gato”, pero Aurelia eres alérgica a los gatos, no podemos tenerlo aquí en la casa; no me interesa, replicaba, quiero uno grande para aprender a observar como ellos y para caminar sigilosamente en la calle, hablar con ellos y seguirlos durante la noche. No pude disuadirla, me besó en plena argumentación, fue su mejor arma, creo.

Un martes llego el gato, uno grande, gordo, negro y con unos profundos ojos amarillos. En cuanto lo dejamos dar sus primeros pasos en el departamento corrió hacia la pared de concreto y no se movió de ahí en seis días; maullaba y rascaba con desesperación durante la noche y velaba su sitio recién descubierto durante el día. Cuando pasábamos cerca, bufaba, lanzaba manotazos y erizaba los pelos del lomo hasta que saliéramos corriendo del lugar. La noche del séptimo día, Mefistófeles, así le pusimos, subió a nuestra cama y se colocó detrás de la cabeza de Aurelia, me quedé toda la noche observando aquella escena que parecía inusual y a la vez adorable; quería que mi esposa tuviera un gato sobre su cabeza todo el tiempo. Hasta le diseñé un sombrero con forma de Mefistófeles para que lo usara cuando saliera a la calle, pero ella se negó firmemente, dijo; No, jamás, la gente diría que hace una mujer con un gato arriba de su cabeza y, sabes que odio cuando hablan de mi cabeza.
Los meses pasaron con Aurelia y José metidos en la cama diseñando lugares y planes, con Mefistófeles pegado a la pared haciendo un verdadero escándalo y junto con sus amigos gatos (más de cinco) orquestaban una filarmónica frente a la pared. El gato tuvo otra época donde se refugiaba  en el cabello de Aurelia, ella lo aceptaba con gusto con la condición de acordar con las ratas que allí también se alojaban, un trato justo de vivencia tranquila y cordial. En todos esos meses, ella no salía para nada se quedaba encerrada en la habitación, no salía al café, ni a la calle ni a la cama. Tomé la decisión mientras tomaba el desayuno; tenía que sacar a Mefistófeles de Aurelia. Llegue a casa con la intención homicida descarnada y cuál fue mi sorpresa al encontrar de nueva cuenta al gato gordo y negro rasguñando y maullando en la pared. Aurelia dormía acostada en el sillón, en el piso había un libro y un elegante plato de restos de comida, me acerqué y le conté al oído una de las cien historias que me había contado y caí enamorado y por supuesto, dormido junto a ella.

A la mañana siguiente, desperté con ánimos de acariciarle el lomo y bigotes a Mefistófeles, me levante, besé la frente de la mujer que allí acostada permanecía en espera del mismo. Caminé hacia la pared donde observé una multitud gatuna alrededor de lo que parecía mi gato, me aproximé y aparté a los mininos que estaban ahí reunidos, felinos que terminaron por largarse. Me arrodillé junto a Mefistófeles y lo acaricié, estaba muerto, me acosté de nueva cuenta y, al igual que antes caí enamorado y por supuesto, dormido junto a él.

Después de contarle la noticia ella se encerró en el balcón por más de un mes, lloraba desconsoladamente, desayunaba poco y me besaba poco, yo, del otro lado de la puerta le cantaba como las sirenas me decían y le contaba historias pero no, no salió, nunca salió, bueno yo no recuerdo haberla visto. Después de un largo sueño de espera me encontré con una carta que se había deslizado por debajo de la puerta. A continuación la desgloso con lo que me queda.
Me harté, un día le propuse a Rodolfo Martínez Heredia que viniera a tomarse un algo y por allá conversas acerca de la coyuntura y el café, del movimiento  y el vino, y siempre terminábamos hablando de Enriquito y la chingada. Terminabas y me decía que faltaba algo, azúcar, creo decías. Pues allá en la pieza de Ana está todo, entrabas y no salías después de un lapso prolongado. Cuando salías, estabas exhausto para terminar la plática agendada.

Terminábamos casi siempre entrada la noche, después de hablar comenzábamos a escuchar. Lo hacíamos en secreto, Ana no sabía casi nada acerca de nuestra actividad marítima, nos poníamos a escuchar a  las sirenas y ella pensaba que éramos idiotas. No queríamos quela gente se enterara de nuestro secreto, que hasta ahora nos parecía maravilloso y de igual manera nos mantenía unidos a una especie de pacto entre caballeros que sólo podría ser cancelado con una estocada en el pecho (de lado izquierdo).

Habíamos peleado, batallado y librado la batalla final hasta el cansancio, era evidente, no podíamos romper los lazos. Nos habíamos vuelto charolastras, amigos y por fin hermanos. No nos importaban ya, ni Ana ni el vino, ni Díaz, ni nada de nada. Sólo al final estaba sobre todas las cosas, el canto de aquellas sirenas. 

Alguna mañana, comía besos en el desayuno. Ana me acompañaba, mezclábamos vino, fresas o mandarinas dulces; Me llamaste para decirme que venías con García, Sánchez y Ruiz para escuchar el canto. Quieren cantar, me dijiste. 

Ana me tomó de las manos y se alejó al balcón. En seguida escuché un silbato que me dirigió a la pared. Grité: Ana, Ana, ven rápido, apresúrate por favor. Llegó y yacía tirado en el suelo con un hilo de sangre en las orejas y la pared gritando la tragedia, el concreto  contándole a Ana lo sucedido. Poco supe, supe que yacía sin vida en el piso de mi propio apartamento, sin vida con las orejas ensangrentadas en mi piso de la calle Congreso.  

Nadie ni nada llegó, sólo la muerte de Ana que llegó pronto. Días después, tras el clamor del fin del otoño y al clarear del sol de un diecinueve de Noviembre del 95 se dejaba caer del mismo edificio. La noche anterior, me enteré por tu carta que el amor de mi vida, la mujer que vive dentro de mí; había escuchado el canto de las sirenas. Dejó un papel arrugado bajo su almohada, una carta con pocas palabras.

José:
Este canto es tuyo y mío, se toca en esta tierra. Lo cantaremos con deseo, sea cual sea su valor.
Lo perdido, perdido está, no podremos recobrar lo que se llevó el diluvio. Pero eres mi felicidad y te amo más que a mi sangre. 

Las olas rompen sobre mí, mientras estoy en la arena esperando a que tú llegues y me tomes de la mano. Cuelgas flores entre las ventanas que dan a la mar donde se deslizan deliciosas sirenas que cantan la sangre tuya.
AureliAna (Desde la pared)

Por José Emilio Hernández Martín

jueves, 26 de julio de 2012

Déficit de atención


En un río sin sendero
No otro que la dirección
De la gravedad, me río
Pues baja sin que
Prestes atención

Ya no hay cosas por hacer
Date un largo rato
Pero intenta lograr un buen descanso

Te tomo de la mano
Pero no te acompaño
Estás bien ahí,
Mejor que ahora.
No prestes atención

Por Sol Goldin Lozano.

miércoles, 25 de julio de 2012

Vacíate.


No es que lo desees
es que no lo deseas,
el folclor de tu ser se llena,
vacíate, regálalo, crece.

Hay manera, siempre la hay,
la posibilidad consta, percátate,
corre a ella, despójala y
dala, regala tu ser, así,
nada más, decide, elige, dispensa.

Pero si te detienes, si
llenas tu ser, si estallas,
vete, que no te querré ver,
solamente te conmemoraré y
tal vez, solo tal vez, seas tú.  



martes, 24 de julio de 2012

Un montón de líneas y ningún ciclo


La gente decía: "Es momento de cerrar ese ciclo y comenzar uno nuevo", pero por más que lo escuchaba, por alguna razón se negaba a aplicar el consejo.

Un día, en el que veía caer la lluvia por la ventana, lo comprendió...

Simple y sencillamente, ella detestaba esa oración; y no es que tuviera algo en contra de los ciclo.

Como amante de las ciencias exactas, ella sabía que no había nada más tranquilizante que un ciclo definido y sin sorpresas.

Era más bien que le desagradaba pensar en una vida formada por ciclos, pues eso representaría una existencia sin sorpresas, sin sabores y en la cual estaría condenada a repetir los mismos aciertos, pero también los mismos errores.

Y eso definitivamente iba en contra de su naturaleza. No. Si su cida pudiera verse en una hoja de papel, no habría ciclos, habría líneas, montones y montones de ellas.

Líneas con un punto de partida y uno de final, líneas rectas, curvas o amorfas, unas tan cortas que parecerían puntos y otras tan largas que parecían interminables.

Algunas formarían un ángulo de 90˚ con otra que pertenecería al dibujo de alguien más, o serían paralelas, o comenzaban paralelas y después se iban alejando...

Eso era la vida para ella, un montón de líneas y ningún ciclo.

Por Santa Irais Chamorro.

lunes, 23 de julio de 2012

Pasional 22. Casualidades.


Lo hicieron rápido, apresurado. Y sin darse cuenta, como autómatas al terminar, se pusieron el pantalón, las medias, los zapatos, el calcetín, la blusa. Se dieron un beso fugaz, beso a la plancha, o quizás al vapor: sabor salado o agridulce. Habían entrado a la habitación para descubrirse mutuamente, para conocer entre las sábanas su verdadera naturaleza. Y salieron de ella como un par de desconocidos, extraños jugando a conocerse. Partieron del hotel cual estampida errante, y al despedirse regresaron a pretender ser todo aquello que no son. Todo aquello que se erige como la antítesis de un ser misterioso que vive entre las sudorosas sábanas, y las pringosas almohadas de una solitaria habitación.
Alan Santos.

viernes, 20 de julio de 2012

Antes del día en que no sueñe contigo…

Llevo ya varias noches durmiendo de manera profunda para sólo despertar sobresaltado, sintiendo un vacío que no puedo explicar, sintiendo una carencia en mi vida que no he sido capaz de suplir, sintiendo tu ausencia. Una ausencia que me pega cada vez con más fuerza al haberte tenido ya, pero sólo en sueños.

Todas estas noches de temblores incontrolables, sudores fríos y sensaciones inconexas han estado plagadas de tus visitas en lo más profundo de mi mente. Y no sé cómo sacarte de ahí, no sé siquiera si quiero hacerlo, ya que esa es la única manera en la que puedo tenerte cerca.

Suena un tanto extraño, medio obsesivo quizás, lo sé, pero si algo he de admitir, es que ahora que te conozco, ya no puedo estar sin ti. No sé que tengas que me haya conquistado, no sé qué te haga tan especial pero no puedo sacarte de mi mente, todo el día pienso en ti, y cuando no, tu recuerdo me persigue en las noches, me acecha entre sueños y no me deja dormir en paz, me provoca sueños multicolor en los cuales yo provoco en ti lo mismo que tú en mí, provoco de manera natural que te enamores de mí y compartimos momentos únicos, hasta el momento en que abro mis ojos a la realidad y me encuentro en mi cama, solo, sin ti.

A veces me he puesto a pensar largo y tendido sobre esto y llego a la conclusión de que ésto no es sano. Estas ilusiones nocturnas se han vuelto recurrentes, incontrolables, tan poderosas que he empezado a perder la noción de la realidad, he comenzado a creerme los cuentos que mi imaginación crea, a caer en los juegos que mi mente crea y a perder lentamente la cordura.

¡Ya no te quiero en mis sueños!

Siendo sinceros, te prefiero en mi realidad.

En una realidad tangible, tan tangible como tus labios pegados a los míos y no una simple ilusión que se puede acabar con el timbre de un despertador. Pero eso no es posible, al menos no ahora y es por eso que debo conformarme con esta dulce aflicción que me provocan tus visitas nocturnas, visitas que me alivian por momentos para luego destruirme al desvanecerse con la facilidad con la que abro mis ojos.

Ojalá que llegue el día en que no sea necesario soñar contigo, pero antes de que ese día llegue, antes del día en que no sueñe contigo, sufriré y gozaré a la vez cada una de esas noches en las que eternamente estarás conmigo.

Por Flavio Reyna.

jueves, 19 de julio de 2012

Manías adoptadas


Un vaso de plástico grabado me basta para recordartodas las manías adoptadas que tengo.
O debería decir, todas las manías que te adopté. 
Tengo la teoría de que todas las personasque conocemos se llevan una parte de uno y viceversa. 
Tú no te llevaste una  parte, te llevaste y medejaste un todo. Un todo que huele a vainilla, un todo lleno de gustos,preferencias y manías. 
Me pregunto si algún día olvidaré que son maníasadoptadas y se convertirán en hábitos, hábitos quealguien más se llevará.

Por Santa Irais Chamorro.

miércoles, 18 de julio de 2012

Revuelos de latidos.



Todo y nada ha sido diferente,


la armonía de tus latidos retorna,


un chasquido lo rompe todo,


vuelvo a tocarte, regreso a acariciarte,


cada tacto te doy resulta de afecto


una exaltación de ti, de tu cuerpo,


sólo me fundo contigo Mariposa,


revuelo mi mente y aun así te quedas,


camino por tu piel tersa morena,


sólo quiero amanecer y besar tu esencia.

martes, 17 de julio de 2012

Serie de haikús #2


Morder el aire
Hacerlo gemir
Trozarlo, saborearlo y escupirlo.

¿Soy, estoy?
¿ importa?
bla bla bla bla bla

Dos piedras bajo el río
me pidieron la hora
les enseñé mis muñecas vacías.    

Imito las cosas, imito el viento
Canto escondido
En la cueva de las nubes

Llorar por nada
Sonreír de todo
Perder la memoria.

Derretirnos al sol del éxtasis
Que no eclipsa
Los eclipses son vistos desde una perspectiva.

Verse iluminado
Por algún reflejo
En la noche

Las palabras, el mundo
Yo, la naturaleza
Todo, nada

Por Omar Aguilar.

lunes, 16 de julio de 2012

Como se escuchan los objetos al impactar el suelo.


EL RUIDO DE LAS COSAS AL CAER es más que un relato anecdótico de las memorias de un hombre frustrado. Va más allá de la búsqueda obsesiva del personaje principal Antonio Yammara, que no sólo es un individuo solitario que vive continuamente la realidad colombiana, sino que es el arquetipo más representativo de su sociedad, de su país y de un sentimiento que prevalece en los habitantes de aquella región sudamericana: el miedo. Es mediante el dañino ejercicio de la memoria, del dolor al recuerdo y a todo lo que representa el pasado, que Antonio Yammara nos cuenta su historia, la historia de las personas que nacieron junto al narcotráfico, que vivieron en carne propia sus acciones y consecuencias más terribles. Además de la lenta transición de la inquina, de la rabia, de la locura criminal de esos años, de la violencia descarnada; al miedo, un miedo que se acrecienta conforme pasan los años, el miedo a volver al pasado, y la incertidumbre del futuro mediato e inmediato que se avecina.

            Antonio Yammara se nos presenta como un hombre de mediana edad, cansado, atribulado, inclusive afligido, que tras observar en una revista importante la imagen de la matanza de uno de los hipopótamos que escaparon de la antigua Hacienda Nápoles, propiedad del difunto narcotraficante Pablo Escobar, cierra formalmente en su vida ese capítulo negro de la historia de Colombia. Y a su vez, inicia un proceso de reflexión en donde el eje rector de sus recuerdos resulta ser una persona que conoció por muy poco tiempo pero que lo marcó para siempre: Ricardo Laverde.

            Aquella persona que entró en su vida mediante los encuentros casuales de ambos en las mesas de billar de Bogotá, esconde dentro de sí un oscuro secreto, un mundo alejado y olvidado, de viajes turbulentos por los cielos; de un piloto que preferiría olvidar el cargamento que poseía en su avión, y el de un ex convicto que dejó su alma en algún lugar del firmamento. Todo ello representa la figura lóbrega de Ricardo Laverde, que por la casualidad del destino, o la cotidianeidad de la vida, se cruza con la de Antonio Yammara. Dos individuos que sufren los últimos resquicios de la violencia colombiana, que son arremetidos con pistolas por motociclistas sin rostro. Y que trágicamente mueren para siempre: uno, Ricardo Laverde, muere físicamente dejando para siempre el plano terrenal; otro, Antonio Yammara, muere emocionalmente para dejar de ser lo que alguna vez fue. Para convertirse en un ser totalmente diferente, dominando por el naciente temor de salir a la calle, el continuo pánico de salir en la noche, y  por el  profundo miedo a recordar.

            Antonio Yammara se transforma en un personaje complejo, confuso, entristecido por su realidad tras la muerte de Laverde, obcecado por conocer la razón de aquel atentado y por el pasado del piloto que murió a su lado. Sus indagaciones y búsquedas lo llevan a una grabación sobre un vuelo fallido, un vuelo tormentoso que terminó en tragedia y donde viajaba un personaje trascendental para la vida de Laverde y su familia. Un personaje que se convierte a lo largo del relato, en el pilar fundamental para entender la novela y la profundidad de la misma.  

            El ruido de las cosas al caer resulta ser un reflejo vivo de Colombia, de la cicatriz que han dejado los años más implacables de los cárteles de la droga; de los sonidos de los proyectiles, de las explosiones, de los atentados, y de todos aquellos ruidos que persisten como ecos mudos de un pasado catastrófico. Leer este libro es vislumbrar el estado de cosas en una región azotada por los exabruptos del tráfico de estupefacientes. Leer El ruido de las al caer es entrever una situación triste y esperanzadora, una situación que nos presenta un país que ha conseguido hacerle frente, con inverosímil esfuerzo, al crimen organizado y sus efectos. Pero, que ha permitido la prevalencia en la idiosincrasia de la población, de sentir temor a los ruidos desconocidos, de sentir miedo al escuchar como los objetos bruscamente se impactan contra el suelo.  

Por Alan Santos.

domingo, 15 de julio de 2012

Serie de haikús #1

Hay que desbordarnos

Olvidarme, decir sí a todo, ¡sí!.
Que todo se me adhiera
Que todo me atraviese.

Salta desde el precipicio de ti
hacia al fondo de ti
que llega a nada.

Llover y hacer crecer

Morir y hacer crecer

Disolvernos.

Horadando el cimiento antenatal
por la inercia elíptica del Yo
me atravieso como la sombra-reflejo de mi acción

Mi reflejo me dijo:
“Nací desde siempre
y lo eterno no existe”


Por Omar Aguilar.

viernes, 13 de julio de 2012


0
Descripción de Omar por Omar:

Soy la infinita potencialidad de querer ser y hacer adyacente a la infinita potencialidad de la limitación llevada por mis intereses con las posibilidades que mi contexto otorga. Soy lo que piensan de mí los demás. No soy lo que piensan de mí los demás. Somos la infinita paradoja. No somos la infinita paradoja. ¿Soy… somos? ¿no soy… no somos? Soy la sinécdoque,soy todo, soy el que pretende, el que trata, el que quiere, el que cree, el que entiende, el que escribe y se describe… ¿y en serio me describo?… como si el lenguaje encarnara, como si fuese real y tangible, un ser vivo, solo es algo que trata de subrayar las cosas sobre la superficie o sobre lo invisible. Como si lo que se describe fuese como se describe. Soy parte del placer que provoca tratar de tocar , acariciar, morder las cosas con el lenguaje; el anonismo, la ficción.

1

En la contradicción hay una caricia de  la verdad, por eso es tan dudable y risible.

2

Casi flotando, sólo falta eso, ¿lo sientes? estamos apunto de hacerlo. No te duermas, siéntelo, estamos, lo hacemos, no te duermas, no te quiero despertar, despierta ¿lo sientes?, sé que lo sientes, en tus sueños, seguramente tú eres estable y todo lo demás flota, sí lo sientes sí lo hacemos, me encanta verte dormir y flotar, eres uno con el viento, viento cálido flotando casi estable, con el movimiento de una llama tranquila, sin esfuerzo. Suspiras tan relajado que siento que soy agua, y me mueves, me haces hacerme ondas, círculos, tranquilos, siempre converjo en mí, aunque mi movimiento no lo parezca, aunque quiera diluirme contigo, solo seré mi cuerpo, aparentaré ser en mi cuerpo.

3

Eran tan sólo las 18 horas, el día era fresco, el cielo era un tanto violáceo, era uno de esos días en los que no pasa nada fuera de la rutina, cómoda, amable con la mente y con el cuerpo, esos días donde no se requiere de la ensimismación y por lo mismo puedes sentir como cae la oscuridad sobre tus hombros con la misma frescura paralela con la que se enfría cada minuto, más y más, casi bailando con la oscuridad.
Ese día estuve sentado más de 3 horas mirando hacía la misma dirección, pude percibir dentro de mi cuerpo cada movimiento en el paisaje, subrayo, cada uno, desde las hormigas (que las sentía habitar en lo profundo de mi ombligo) hasta cada vibración, producida por el viento, de las hojas de los árboles (esto lo sentía en cada poro del cuerpo) y la complementación del paisaje dependía más de los sucesos espontáneos que percibía en mí cuerpo. Esos momentos fueron muy desgastantes pero gratificantes, la noche caía cada vez más fuerte, hasta que por fin aplastó mi cuerpo y los sonidos de los alrededores se manifestaban con una temperatura cada vez más y más helada, en el parque ya no habían personas, esto fue muy cómodo para mí, sé que es egoísta pero me gusta la noche para mi, todas las persones con las que me he podido relacionar no han disfrutado de las ubres de la noche...

4
(Converger)

Me acerco y tu dices acércate más, yo pienso en cuanto es lo máximo que me puedo acercar a ti, si te puedo traspasar, si podemos ser la misma carne, intervenidos el uno al otro como la colisión de cualquier cosa (galaxias, madera, lava) pero no, tu mirada me hace detenerme a 2 cm de tu piel, sólo sentimos nuestra respiración simultanea, rítmica, acelerada, comenzamos a palpitar y vibrar en una misma frecuencia, el tiempo se ha detenido, nada se mueve solo te percibo y esto parece eterno, esto es eterno, como el ahora... decido ignorar esto y violento la blancura profunda para asemejar la colisión, jugaré contigo a converger con tu carne, a ser nada mas que vibración, nos vibramos, nos convulsionamos, la carne es la que se convulsiona, con una delicadeza, con un ritmo que no parece ritmo, sino evolución.

5

Desplegando la deriva en la casi esquina de una calle reconocida por mi rutina casi diaria. Desde ahí se alcanza ver de reojo como los cuerpos se colapsan por el desmayo de autoficciones que nadie duda y que casi diario rozamos. Cacarear en la abyecta ventana de la noche de mi iris derecho. Masturbarse en la profunda sin razón que los demás arguyen como vida o tal vez renacer en la viscosidad de los sexos tibios y hermosos. Penetrar los insectos con el oído y mirar hacia la profundidad de algo plano, infinito.

6

En la panza de la nausea y el vómito de la nada (o el texto adornado por algunas de sus o’s)


ooooO OooooooO Ooooo
ooooooooooooOoooooooooooo
o oo oo OO ooo ooo ooo OO ooo oo o
.. ooooOooo oo o o oo oooOoooo0000000..
ooooO... ... .Reventándme más que reventarns, ahí estábams queriend derretir la luna, . ... ...Ooooo
. : ... tds enloquecids pr verns derretirns (...y la luna n l hacía). ... : .
oooo : o La explsi´n de éxtasis y alegría n se ha cnsumad, n cre pder distinguir desde cuand inici est, o : oooo
o o o hasta la idea de inici parece imposible ahra, cm si quisiera cncer y vivir la vida de este univers. o o o
o o O Ahra en mi universo derretid y expltad, O o o
... . : quemad y dañad pr el éxtasis y la alegría que en uns minuts (si es que ls minuts existen) : . ...
terminará condensándose en confusión de espaci y cuerps,
td terminara siend la misma masa
aparentemente rgánica (per n, est y algunas tras csas sn plásticas)
n se que hacer ni en que pensar en mí,
entnces en mi deriva decio inventarme la muerte y una muerte llena de v´mit e incnsciencia,
llena de ignracía cnsciente (parad´jic ¿n?)
cn su final feliz que terminará en ese espaci níric llen de abulia (mi madre y naci´n).
Ahra tirad, desechad, semi estert´ric envuelt en más desech cn bilis
sonrí a ls que pasan y me ven, les grit una indiferencía y me revuelc en l que parece indiferencia y me acuest cn la nche.

7

¿Te gustan los bosques verdad?

Esta noche deseo ver llover y oler eso que se produce cuando llueve, y quisiera verte en medio de ese lugar (cualquiera, eso no importa o tal vez si, te gustan los bosques [¿no?]) ese lugar, un bosque enormemente verde y oloroso de verdes y tierra y más vida que tú podrías inventar y este lugar solo te pide que lo goces, bueno, ahí deberías de estar vestida de rojo (contrastando) y tal vez gozando y yo viendo y tal vez gozando, tal vez te confundas con ese olor que produce la lluvia sobre el bosque inmensamente verde (porque te gustan los bosques [¿verdad?]). Estando confundida y contrastante ahora yo juego a no verte por que se que me ves, ¿o no?, no importa me gusta creer que me ves y que jugamos a eso de vernos sin que sepamos que nos vemos pero sabemos que jugamos a vernos. Yo soplo y tu lo sientes en la nuca, o en el codo, o solo sonríes o me ignoras o no sabes que hacer y dudas y yo no sé que decir (nunca sé que decir) y tu no dices nada no sé por qué, pero sigues parada, confundiéndote y contrastada y yo, yo solo te veo.

8

EXPLOTO y lloro y bailo y nazco y no muero... y crecen en mi cosas y lloran y nacen y mueren y bailan y no importa.
Y creo y mato y creo y no importa. Y quiero matar y quiero morir y quiero hacer y no quiero nada y quiero todo. Y no sé, quisiera abarcar tantas experiencias y esencias... y no sé, no hago nada... y no sé ya no quiero nada...

9

Una buena analogía de lo que tal vez no soy

Una buena analogía de lo que tal vez no soy: Afrodita bailando cumbias con uniforme de chef, en una playa sin sal. Un atardecer morado-lila-azul-negro(de muerte) en un estado etílico (de whiskey, chelas y un vodka lisérgico) entre nebulosas de humo de incienso, mariguana y tabaco, recitando palabras al azar que parecen algún poema. Acompañado de marmotas bailando coreografías de N sync, también está Marx rezando canciones judias-paganas y junto a él está Stravinsky vestido de neglille dándole nalgadas (super sexy) a Ian Curtis (super llorón), y éste solo llora y llora (con sus lagrimas hay gatos que acarrean cubetas para que Rimbaud se las inyecte y así volar a la luna que ni es de queso, ni es un satélite sino es una manzana verde podrida). Y dentro de Rimbaud está un  plátano haciendo malabares mientras es visto por mil millones de payasos de todas edades, razas y especies, nadie le aplaude más que un caracol confundido por que cree que el espectáculo es todo esto que pasa dentro de Rimbaud, pero ni modo el choca cuando llega a la manzana podrida y esto nunca nadie sabrá que existió. Tal vez y solo talvez la manzana pero esa manzana no sabe hablar, así es que la tengo que omitir... Fin (la verdad nunca hay fin)

10

No sé

Algo, hay algo, o no sé si sea la ausencia de otra cosa. Pero creo que hay algo, dentro-afuera. No sé. Siento que exploto, quiero explotar o me explotan, no sé. No quiero, algo se expande dentro, si quiero, no solo algo, muchas cosas, violetas, hipopótamos, sangre, miedos, terremotos, volcanes, pintura, letras, chocolates, café, sobre todo música. Creo que esto no pasa. Solo estoy perdido en mi lenguaje, en su lenguaje y también en el nuestro.

11

Mi utopía:



12

Deberíamos de llorar por el hecho de que podemos llorar.

13

Últimamente busco escapes, ya sabes esas fugas del ego, busco una empatía a cualquier cosa, a veces llego transmigrarme a lo otro, lo que sea, aquí y allá, no sé a que se deba, creo que ese es mi único conflicto ahora,  es por eso que en este momento, con símbolos que representas ideas abstractas de lo cognoscible trato de transmigrar a esto, si regresara hace unos minutos en el tiempo lo hubiera llamado "un texto" o "algún texto" ahora soy yo pero después no. Ahora heme aquí con mí forma de existir tan llena de no sé que tanto.

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Simplemente este momento

Me imagino sentado en mí silla de rutina, me imagino envuelto en la noche (en realidad no busco nada de la noche simplemente me gusta estar ahí). En realidad lo hago pero me imagino que imagino lo que hago pero termino no imaginando lo que imaginaba. Esta paradoja termina en una ola que choca y explota en el olvido, ahora me dedico a encontrar algo, una minúscula parte en cualquier cosa, en todo, cavando algo, lo que sea. Por fin toco con la punta de la lengua una imaginación mía muy nocturna y cálida, mientras esto se expande en mí, fuera de la habitación los árboles efervescen, como estertores de olas. Sigo sentado sintiendo el viento que entra por la ventana, mi sangre fluye y fluye, sístole diástole, sístole diástole, sístole diástole. Mi cuerpo parece inmutable, pero en medio de mi pecho hay algo, un abismo que arde, no sé si lo produce ese sonido efervescente de los árboles, el viento o es simplemente este momento. Pero no, mi cuerpo no es inmutable, se mueve a un ritmo que no puedo llegar a abstraer, parece que hay algo que repta entre mi piel, no sé si es viento que se ha colado por mis poros o memorias mutadas en telarañas vibrantes. Desde este momento noto que todo en mí cambia, ahora esto que creí como mi piel no es mas que olvido, todo se convierte en olvido, pero olvido lo que creí olvidar y sigo en ese estado inmutable con el cuerpo como mercurio, como chocolate caliente, como humo de incienso en la oscuridad, no se ve, pero ¿ahí está?, ¿ahí estaré? creo que sí pero solo como olvido, pero no solo queda en el olvido sino que este olvido construye y destruye... no sé de que hablo, no sé que pasa.

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Opjo

¿Opjo?


ojo y piojo.

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Creo que si me pierden de vista
algún día me escapare por la ventana

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Buscándome en las esquinas como si fueran espejos.

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Realmente me desvanezco, realmente lo hago. Estoy desapareciendo, pero observo, nunca dejaré de hacerlo, es lo que siempre hice y seguiré haciendo. Siento que no muero pero desaparezco.


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Quisiera ser lenguaje y penetrar el cosmos (lo cognoscible)

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Hay un abismo en mi centro, que fluórese en silencio; que no quiere nada, pero que tiene todo.

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Tengo todas las dudas de la humanidad... tengo todas las mentiras como respuesta... me tengo...

21

Su nombre lo tengo esculpido hipodérmicamente, con aroma a saliva dentro de sus tangentes y con caricias en sus vértices y una difuminación de sus miradas paralelas con los ciclos de la luna. No es sólo su nombre, sino su ego representado por signos hipodérmicos...

22

Hoy tengo ganas de gritarle a un templo, de violar alguna blanquísima y sagrada madona, de derrochar orines etílicos en un manantial, de vomitar en comida gourmet, de sobornar íconos religiosos con el placer carnal, de contaminar a la juventud con ideales libertinos para llegar a una renovación por medio de la autodestrucción, de arrasar a ancestrales dogmas que son pilares en nuestro estilo de vida monótono y que hacen que nuestro evolucionar parezca solo una marcha en circulo. Hoy quiero llegar a un hedonismo paroxista, como si desplumara a un quetzal y formara alas para liberarme, y ser tan ambicioso que las alas se esfumaran y un abismo de remordimientos me devorara…  supongo que en el fondo hay una gran belleza, la cual nunca he conocido, pero talvez conozca…

23

La noche se filtra y escurre por mi ventana
La luna ruge como si estuviera satisfecha de la hazaña
Yo envuelto en mis vísceras floto, tratando de navegar en la inverosímil noche que ha tomado mi habitación
Nadie quiere entrar, grito y grito, pero todos temen que también me hayan tomado
Ahora solo me sumerjo entre lagartos mimetizados en noche
Se podría decir que estoy solo por que ellos nunca hablan.

24

Tu desaparición es la deicidia definitiva a mí, tú Dios admirador. Acaso aun no te has dado cuenta que soy el único que sabe de tu existencia divina, sin mí desapareces en la totalidad dejando de ser foco de admiración, sin mí tu vida deja de ser vida y se torna en una secuela monótona y predecible.

25

Haré un monumento a tu persona con toda la materia oscura y moldeable que se produce en mis ojos  y boca cuando estas ausente.

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Hoy lloré

Y si las lagrimas absorbieran la esencia de las cosas, trataría de juntar y acumular todas las que he derrochado  y contaminaría un lago con este magma de clímax sentimentales hasta llenarlo a tope, hasta que el lago grite “¡no más!”, entonces me sentaría y pensaría, he ahí la verdadera vida; por lo que vale la pena morir o vivir

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Por Omar Aguilar.

jueves, 12 de julio de 2012

El sudor se ha derramado,
la cabeza no cesa de escurrir,
todo pensamiento es lavado,
nada puede pensar u ocurrir.

Pienso que soy existente,
existo para ser pensante,
pero me rebasa lo que pienso.
Otros me piensan existente,
algunos existen pensando,
pero yo, huyo del sudor derramado.

Enajenado, el porvenir se presenta
recorriendo cada parte de lo rebasado,
mi pensamiento se ha emparejado,
el tiempo alcanza lo eterno,
no hay lugar para no estar,
todo queda extinto de sí mismo,
pero por algo no puedo continuar,
es hora de irme, en un respiro se va,
solo he despertado, es hora de andar.

miércoles, 11 de julio de 2012

Es la violencia
Cierto término que enmudece de vez en cuando
Acciones de indecencia

Corrían hacia nosotros,
Con una luz muy tenue
Que acababa en explosiones

Explosiones que apagaban
Sentidos despalabrando cabezas

No hace falta recordar
Descansos obligados
Que bajo árboles frondosos
Llamas de auxilio
Extinguían nuestro cantar

Por Tía Nat.

martes, 10 de julio de 2012

Poema para ser leído a los policías enfrente de Televisa.


Policía,
nosotros estamos de tu lado.

Nosotros luchamos para que tu familia
no vea más violencia
para que tu casa esté segura
para que no tengas que escuchar nunca más
el disparo de otra arma.

Nosotros luchamos
para que tus hijos
puedan ir a la escuela,
para que tengan un mejor doctor
para que rían entre árboles y fuentes.
De alguna manera
nosotros también somos tus hijos
y queremos
que tengas el salario que mereces
para que no mates y no mueras
por dos kilos de tortillas,
arroz, huevo, frijoles,
sin poder comprarle un collar
a tu esposa en navidad.

Policía,
no tenemos armas,
sólo tenemos esta voz y estas palabras que no hieren.
Tú podrías ahora mismo sacar la pistola del cinto
y disparar tres tiros
llenarnos de sangre,
llenarnos de muerte,
matar a tus hijos, a los amigos y a los nietos que vendrán.

Pero, ¿para salvar a quién?
¿A quién estarías protegiendo?
A una empresa cuyo dueño
gana millones de pesos,
se llena de dinero y de banquetes
mientras nos llena de falsos sueños
de falsas historias
de telenovelas falsas
y falsos noticieros
que nada tienen que ver con la realidad
con tu calle, con mi casa,
con el barrio y la plaza,
con esta inundación.

Policía,
¿Nos matarías a nosotros
para salvarlos a ellos?
¿Golpearías nuestros cráneos
con tu bastón
hasta dejarnos paralíticos
para que ellos sigan
prostituyendo a las estrellas
del programa de las seis?

Policía,
¿Crees justo
que tú y yo nos peleemos
como perros de pelea, como gallos con navajas,
mientras ellos fuman un puro
y siguen con el noticiero?

Policía,
nosotros estamos de tu lado,
buscamos un México justo igual que tú,
estamos hartos de disparar al insomne,
al que no dejan dormir sus deudas
o sus dolores,
su falta o exceso de trabajo.

Policía,
sabemos que no puedes decir sí,
que tus órdenes te lo impiden,
Pero también sabemos que en el fondo
estás de nuestro lado.

Sólo entonces mueve la cabeza de arriba abajo,
ligeramente,
para que nos llenemos de fuerza
con ese gesto,
para que los ricos no se sientan tan seguros,
tan inocentes de lo que hacen, de lo que han hecho.

Mueve la cabeza
apenas un centímetro
y nos darás luz
nos darás fuego,
una confianza que no se compra.

Policía,
nosotros estamos de tu lado
tenemos el mismo color de piel
y las mismas tristezas:
También a nosotros nos duele México,
nos duele como una parte del cuerpo
que no nos podemos quitar
porque la amamos,
como un ala rota.

Policía,
nosotros estamos de tu lado
y tú también puedes estar del lado nuestro.

Sólo mueve un poco la cabeza
de arriba abajo.

Sólo hazlo.



Por Diego Christian Saldaña Sifuentes.

lunes, 9 de julio de 2012

La verdad, musa escurridiza.


En algún lugar de la razón humana, del pensamiento efímero, vivía el conocimiento. Éste había dedicado la mayor parte de su existencia a la eterna búsqueda de la verdad –indagación de por sí difícil, ya que la verdad gusta de jugar a las escondidillas entre los vericuetos y las calles de la duda y la mentira, por lo que encontrarla suele ser un periplo que pocos consiguen concluir.

            Duró varios años recorriendo diversos y tormentosos caminos. Encontrándose con los peligros del miedo y la superstición. Hasta que después de realizar un sinfín de investigaciones, de cruzar un torrente de experiencias y sufrir los achaques del error, creyó encontrar la verdad escondida entre un lecho de piedras, a las orillas de un rio.

            En su lugar sólo se encontró con un grupo de refutaciones que se dirigían al mercado de ideas, para discutir los precios de los productos. El conocimiento, indignado, se sentó junto a un árbol a llorar, y decidió renunciar a su búsqueda de la verdad. Al escuchar el llanto del conocimiento, uno de sus viejos amigos, cuestionamiento, se acercó para tratar de descubrir el motivo de aquella tristeza. “Qué te pasó hombre”, dijo el cuestionamiento. “Renuncio a la búsqueda de la verdad, es imposible”, respondió el conocimiento. “Pero si por eso es que debes seguir tu búsqueda. Si no fuera por el escudriñamiento que has hecho, tratando de buscar la verdad, jamás habrías descubierto todas las maravillas del mundo que nos rodean, y yo no podría dudar y rebatir de todo lo que me has dicho. Amigo mío, quizás la verdad no existe, pero tratar de encontrarla es lo que nos hace levantarnos una y otra vez, para seguir adelante”.

Alan Santos.
             

domingo, 8 de julio de 2012

Un paisaje urbano


Miro por la ventana, ya no está el camellón.
Aquel camellón que separaba la avenida.
Ancho, hermoso, lleno de árboles.
En el centro, su pasillo de arena.
Imagino la tristeza de tus ojos verdes.
Reflejado en el cristal, que está frente a los míos.
El camellón ha sido sustituido… arrancado.
Ahora hay cemento, un puente, una vía rápida.
Los carros pasan incesantemente.
Y en la vorágine de mi pensamiento.
Recuerdo cuando jugaba de niño.
De los pájaros que alimentábamos por las tardes.
De los árboles llenos de nidos.
Sentado en el sillón de tu recámara.
Leyendo el periódico, recibiste la noticia.
Te describían perfecto el proyecto.
Y lo vislumbraste en tu imaginación.
Qué golpe tan fuerte para un ingeniero.
No hubo tiempo de reclamar o protestar.
La decisión estaba tomada.
La suerte de esos árboles estaba echada.
No se pudo retroceder el tiempo.
Es implacable, avanza aunque no quieras.
Las máquinas llegaron, arrasaron.
Los camiones se llevaron todo.
Hasta el color del paisaje.
Ahora hay más ruido… son los motores.
Dejan escapar el humo que asombrese el paisaje.
Ya no hay pájaros, ni tardes contigo.
La rapidez de los autos hace que se nuble mi mente.
Podemos decir que es el progreso.
Que evolucionamos los humanos.
O simplemente así es la vida.
Pero yo sé en el fondo.
Que tú no lo hubieras querido.
Qué suerte tuviste.
Ya no estás aquí para verlo.

Por Efraín Reynoso.

viernes, 6 de julio de 2012

Ella sueña a un desconocido

Ella lo había citado. Le escribió un mensaje un tanto inexpresivo, en palabras más o palabras menos, le había dicho que tenía que contarle algo. Sinceramente aquello a él le perturbó un poco, tenían mucho tiempo sin verse, aunque existía una relación amistosa entre ambos, no solían frecuentarse a menudo.

Llego puntual a las 5 pm, vestida sencillamente, pero con ese dejo de gracilidad y aquella sutil elegancia totalmente inconsciente. Como siempre el ambiente se impregnó de su perfume, un toque inconfundible de ámbar y madera de oriente. Estaba delgada como siempre, sin embargo tenía un cuerpo bien proporcionado, suaves formas y unos ojos tan inmensos y negros que a veces desconcertaban. Es guapa, pensó él, pero lo ignora.

Lo saludó con afecto, y al cabo de unos minutos le dijo:

“No sé si sea lo mejor revelarte esto a ti, pero intuyo que es lo único que me falta por hacer. Hace un año que vivo aquejada de un mal extraño, una enfermedad onírica, por así llamarlo.”

Su mirada denotaba ansiedad, pero estaba totalmente seria. El tema realmente parecía ser bastante grave.

Prosiguió su relato y yo la escuché, aún más atento:

“Hace un año conocí a alguien, un hombre. No me demoraré en darte sus señas, ni te explicaré como lo conocí. Creo que lo mejor, será que ahorre estos detalles y vaya pues directo a lo que deseo contarte.  Antes de continuar, he de decirte que yo me he examinado muchas veces, antes de contarle esto a alguien, sabes y me conoces  que soy una mujer bastante racional y que no me gusta enfrascarme en cosas inverosímiles. Soy de un talante más bien práctico.”

Y  no mentía, ella realmente siempre se había caracterizado por ser muy inteligente y por poseer un pensamiento analítico y lógico. Una mujer con los pies bien puestos sobre la tierra. Por ello cuando me mencionó lo de su “enfermedad onírica”, quedé pasmado, aunque traté de disimularlo de la mejor forma posible.

Continuó su relato y esta vez, presentí no haría más aclaratorias, ni inducciones. Puede deducirlo gracias a la fuerza de su voz, y por el fulgor misterioso de sus pupilas.

“Este hombre que conocí, hace un año, sólo lo he visto una vez. (hizo una breve pausa, visiblemente afectada). Pero en mis sueños, lo he visto muchas veces…diría que infinitas veces.

El por supuesto  ignora totalmente esta circunstancia, para él solamente soy una conocida, o mejor dicho una desconocida, con la cual la cual se cruzó fugazmente. Yo no sé mucho sobre él. La interacción ha sido inconstante y como te comenté, en persona sólo lo he mirado una vez. He de reconocer que en ese breve y único encuentro “real” sentí algo de perturbación al mirar sus ojos, muy hondos, esos que parecían saber algo sobre mí. La conversación fue breve y extraña, y al marcharse dejó un eco  de  su perfume, no lo sé. Sus manos, estaban perfumadas, o era su olor personal. Se había marchado y su olor estaba allí. Sin embargo traté de olvidar todo esto, el encuentro y sus efectos no tenían mucha lógica ni consistencia. Y así fue, olvidé todo en la cotidianidad de mis días siempre ajetreados. Lo que no sabía es que este olvido era muy temporal.

Pasó un mes exacto. Allí comenzó lo insólito. Lo soñé. Dormía a mi lado, y podía sentir su respiración, los latidos de su corazón, su cuerpo vivo y tibio a mi lado. Mi cara estaba casi sobre su pecho, que estaba desnudo como todo su cuerpo.  Recuerdo con precisión  que sobre su pecho colgaba un crucifijo, era una cruz, no demasiado pequeña, que pendía sobre una tira de cuero, o algo similar. No era una cadena común con el crucifijo, no. Desperté y aún sentía la tibieza de su cuerpo y la imagen de esa cruz flotando en mi cabeza. Sin duda, era el mismo desconocido, ese el del encuentro breve, que ahora había invadido mi sueño, pero lo que me sobrecogió, fue el grado de intimidad de ese sueño y de los siguientes.  No te abrumaré en contártelos todos, pues han sido muchos en el transcurrir de este año.  Son tantos que uno parece crear al otro, se perpetúan. No he de describirte algunas cosas, que son íntimas, me imagino sabrás comprenderme.

Aunado a ello, me he sentido ansiosa, he tenido algunos problemas para conciliar el sueño, y cuando sueño con él, es algo tan vívido que parece sobrenatural.

En el sueño, he sentido mi corazón dentro de su cuerpo. Él se ha perdido en el mío. Hasta soñé en una ocasión que me regalaba un libro: París era una fiesta de Ernest Hemingway .”
En este momento, se vinieron a mi mente muchas interrogantes, entre ellas: ¿Ésto podría ser posible acaso, soñar con un perfecto desconocido de esa forma?

No pude evitar preguntarle.

¿Te atrae este hombre? Su mirada demostraba confusión. Hizo un silencio y sólo alcanzo a decir. “En el sueño, somos como dos cuerpos imantados.”

¿Lo has visto en otras ocasiones? ¿Le has visto ese crucifijo?. Su respuesta fue. “Solamente lo he visto una vez en mi vida. No he intimado con él, no puedo decirte si el posee esa cruz o no, tendría que haberlo visto en una situación íntima, o con una ropa holgada, o que lo hubiese llevado por fuera, pero cuando le vi, no alcancé a ver nada, ningún crucifijo, estaba vestido… bueno creo que ya te he explicado, no hemos intimado para nada”

Reconocí que mi pregunta fue tonta. Si sólo lo vio una vez, no tendría mayores datos sobre él, que lo que lo escaso que arrojó ese breve encuentro. Me quedé sin palabras, no podía expresarle nada, todo aquello resultaba muy confuso.

Ella me miró y supe que iba a marcharse.  Solo atiné a decirle un poco balbuceante.

¿Y si él te sueña también?. Ella me miró algo dubitativa, pero luego sin más me dijo. “Eso es imposible. Si él me soñara como yo a él, ya habría venido en mi busca”. Luego de esto, seria e inquebrantable, se despidió de mí con afecto.

Y  agregó por último:

Te lo conté porque eres escritor, haz algo con esta historia. O simplemente no sé, quizás, al decírselo a alguien más los sueños vayan mermando, quizás todo se evapore. Quizás el secreto sea el combustible de estos sueños. Tarde o temprano han de desaparecer, aunque mi corazón lata dentro de él, aunque yo sienta a veces conocer los rincones de su espíritu, aunque casi palpe su piel, aunque me inunde siempre su olor y aunque sé perfectamente que conozco ese cuerpo como nadie, como ninguna otra mujer… Toda esta enfermedad onírica se desvanecerá en un un soplo. Porque ya lo sabemos “Los sueños sólo sueños son.”

Después de esto comenzó a caminar, segura, precisa, se llevó consigo sus formas gráciles, su aroma de ámbar y solo me dejó en un mar de perplejidad.

Por Mariela Cordero.