domingo, 8 de julio de 2012

Un paisaje urbano


Miro por la ventana, ya no está el camellón.
Aquel camellón que separaba la avenida.
Ancho, hermoso, lleno de árboles.
En el centro, su pasillo de arena.
Imagino la tristeza de tus ojos verdes.
Reflejado en el cristal, que está frente a los míos.
El camellón ha sido sustituido… arrancado.
Ahora hay cemento, un puente, una vía rápida.
Los carros pasan incesantemente.
Y en la vorágine de mi pensamiento.
Recuerdo cuando jugaba de niño.
De los pájaros que alimentábamos por las tardes.
De los árboles llenos de nidos.
Sentado en el sillón de tu recámara.
Leyendo el periódico, recibiste la noticia.
Te describían perfecto el proyecto.
Y lo vislumbraste en tu imaginación.
Qué golpe tan fuerte para un ingeniero.
No hubo tiempo de reclamar o protestar.
La decisión estaba tomada.
La suerte de esos árboles estaba echada.
No se pudo retroceder el tiempo.
Es implacable, avanza aunque no quieras.
Las máquinas llegaron, arrasaron.
Los camiones se llevaron todo.
Hasta el color del paisaje.
Ahora hay más ruido… son los motores.
Dejan escapar el humo que asombrese el paisaje.
Ya no hay pájaros, ni tardes contigo.
La rapidez de los autos hace que se nuble mi mente.
Podemos decir que es el progreso.
Que evolucionamos los humanos.
O simplemente así es la vida.
Pero yo sé en el fondo.
Que tú no lo hubieras querido.
Qué suerte tuviste.
Ya no estás aquí para verlo.

Por Efraín Reynoso.