viernes, 21 de diciembre de 2012

Documento



"Amo a mi flaco, que está lejos. Muy lejos, pero (...)"



I.

Una señora llora frente mío, a la par que abraza a un niño (creo sea su hijo). Lo carga, ya sin llorar más. Aferrándose a él, el niño pregunta "¿Por qué no?", "¿Por qué?". Ella le responde: "abrázalo", ubicando las pequeñas manos alrededor del oso de peluche que el niño carga consigo.
El osito viste de Navidad. De pronto, me señala, la madre sonríe y el niño continúa señalando algún sitio de mi cuerpo. Les sonrío de vuelta, regresando luego al papel. Círculo. Miro, escribo, miro, sonrío, sonríen, escribo y miro nuevamente.
La madre dice: 'no tengo nada, porque no he comprado. Mañana lo compro'. Los miro por última vez. ¿Qué pasaría si les muestro mis letras?
Me levanto, dirigiendo la mirada tan sólo hacia la espera de mi padre en el café.
Un joven con cierta niña pequeña se acerca. Dice: "disculpa, perdón que te interrumpa" Le sonrío. Continúa: "¿tienes fuego?" "Sí", le digo mientras comienzo a buscar en mis bolsillos. "Sólo deja lo encuentro, que siempre lo pierdo", concluyo.
Él toma mi encendedor, mi "fuego". Yo miro a la nena y le sonrío. Él prende su cigarro. "Gracias, disculpa", me dice al terminar de encender. Yo sonrío al notar cómo observa mi cuaderno.

II.

La mujer se fue, dejándome sola con tanta gente transitando y el joven con su nena (creo sea su hija). Al irse, un hombre llega en su auto, sube el niño al coche. La mujer se levanta del banco y cojea. "Ahora no llora", me digo.
Dejando bolsas cubiertas con imágenes navideñas detrás suyo, la mujer cojea al auto y las mira constantemente. Esperando  a su -creo yo- marido traerlas a ella. Se van. El hombre murmura "el niño está castigado".
¿Hasta qué momento me iré a encontrar con mi padre?

III.

Ha llegado una muchacha. Fumando ya, se sienta a mi lado. La gente transita, hablando entre ellos. Algunos se abrazan. La chica regala un cigarro a un chico que le pide tal. El joven responde una llamada. "¿Qué necesitas?", dice. La joven apaga el cigarro y se va. El joven se despide. "Órale, amigo, muchas gracias. Un abrazo, bye", dice y cuelga. La nena pregunta quién llamó y él le responde: "un amigo". Luego la abraza. "Están para foto",  pienso yo.
Prendo un cigarro, la gente transita aún. El joven contesta otra llamada. Murmura esta vez, no escucho en absoluto. De pronto, llega una camioneta blanca. Sube una muchacha en muletas. Sonríe dentro del coche y éste arranca en manos de un conductor que no distingo. El joven sonríe mientras murmura. "Será su novia", pienso afirmando. Jala entonces tiernamente a la nena hacia él. Le dice: "ven para acá". La gente que transita comienza a mirarme.
"Esto es un sueño", imagino recordando a Nolan.
Hace frío, la nena juega con una mochila de plástico de una serie animada. Yo miro dos mochilas que, recargadas en el suelo, esperan a los pies del joven. ¿A dónde irán?  La gente transita, mirándome ya sólo unos cuántos. Me termino el cigarro. Lo apago. Mi pie derecho está dormido. El joven se va. Le dice a su nena "vente, mi vida", a la par que toma las mochilas. "¿Por qué nadie se despide?", me cuestiono.
Un hombre llega y se sienta en el banco -vacío ya- de enfrente. Arrastra su pie derecho (¿se le habrá dormido también?) No aguanto el frío. Los coches transitan. Me paro.

Por Lucie Lou.