jueves, 21 de febrero de 2013

"Tus cinco toritos negros"


Contra mis cinco sentidos
tus cinco toritos negros:
torito negro tus ojos,
torito negro tu pelo,
torito negro tu boca,
torito negro tu beso
y el más negro de los cinco,
tu cuerpo, torito negro.

Barreras puse a mis ojos,
tus ojos me las rompieron.
Barreras puse a mi boca, 
tu boca las hizo leño.
Puse mi beso en barreras,
tu beso les prendió fuego.
Barreras puse a mis manos,
les hizo sombra tu pelo.
Y puse duras barreras
de zarzamora al recuerdo
y saltó sobre las zarzas
tu cuerpo, torito negro.

Deja, que no quiero verte
Déjame que no te quiero.

Y luego monté mis ojos
sobre un caballo de miedo;
...Tus ojos me perseguían
como dos toritos negros.
Y luego metí mis manos
bajo un embozo de fuego;
...Tu pelo se me enredaba
igual que un torito negro.
Y luego junté mi boca
contra la cal de mi encierro;
...Tu boca estaba acechando
igual que un torito negro.
Y luego mordí la almohada
para contener mi beso;
...Tu beso me corneaba
igual que un torito negro,
Y luego arañé mi carne
de tentación y deseo
para que no me gritara
que yo te estaba queriendo,
y tu cuerpo encandilado,
mimbre, luna, bronce y fuego,
se me plantó ante los ojos
igual que un torito negro.

Deja, que no quiero verte
Déjame que no te quiero.

El aire del cuarto estaba
temblando con tu recuerdo.
Cien caballos en mis venas
al galope por mi cuerpo,
y yo, jinete sin rienda,
luchando por contenerlos.

Cien herreros en mi boca
trabajando con mis besos,
y yo, queriendo ser fragua
para poder deshacerlos.
Cien voces en mi garganta
gritándome que te quiero,
y yo, mentira infinita,
gritando que no te quiero.

Salí por aire al balcón...
me tropecé con el cielo.
Aquel cielo quieto y hondo,
verde, blanco, azul y negro,
igual que el de aquella noche
de nuestro primer encuentro
en que me hirieron, al paso,
tus cinco toritos negros.

Y me acordé de aquel aire
que jugaba con tu pelo
como un niño a quien le gustan
los caracolillos negros.
Y me acordé de aquel rayo
de luna, fino y torero,
que me puso dos banderillas
de luz en tus ojos negros.
Y de aquel dolor de labios
que nos quedó de aquel beso,
y de aquel dolor de brazos
y de aquel dolor de huesos
y de aquella caracola
de amor, que quedó por dentro
con un mar de amor dormido:
...que te quiero... que te quiero...

Y se me escapó la voz;
grité: te quiero, te quiero.

Y ya no junté mi boca
contra la cal de mi encierro
y ya no mordí mi almohada
para contener mi beso,
y ya no metí mis manos
bajo un embozo de fuego.
Junté mi beso a tu boca,
junté mi boca a tu beso,
y otra vez aquel dolor
y aquel temblor de recuerdos
pensando en aquella noche
de nuestro primer encuentro.

Te quise siempre, te quise,
te quiero siempre, te quiero.
Aunque no puedo quererte,
te quiero.
Aunque no debo quererte, 
te quiero.
Aunque en cunas de tu casa
se está meciendo un almendro,
te quiero.
Aunque tú tienes dos lirios
que se te cuelgan del cuello,
te quiero, te quiero.
Y aunque ponga más barreras
de zarzamora al recuerdo
para que nunca las salten 
tus cinco toritos negros,
torito negro tus ojos,
torito negro tu pelo,
torito negro tu boca,
torito negro tu beso,
y el más negro de los cinco,
tu cuerpo, torito negro,
te quise siempre, te quise,
te quiero siempre, te quiero.


Manuel Benítez Carrasco