viernes, 8 de junio de 2012

Yo no soy 451



"Hay peores cosas que quemar libros, una de ellas es no leerlos."                              Ray Bradbury                                                                                                                             (22 de agosto de 1920 - 5 de junio de 2012).

En los días posteriores al 2 de julio de 2012, acá en Buenos Aires y Montevideo mucha gente me preguntó acerca de cómo fue que por fin México se hizo de un gobierno no de derecha. Les respondí, ahora sí con una sonrisa, que en gran parte fue un asunto de letras. Por supuesto que me pidieron más detalles y yo con gusto se los di:

Empecemos con Fox que era un analfabeta funcional. En las elecciones del 2000, México no salió de la tiranía de siete décadas del PRI, sino que cambió de fachada y perdió lo único valioso que entonces tenía, un extraordinario entendimiento de las relaciones exteriores.

Luego, las letras siguieron desaparecidas durante el gobierno espurio de Calderón (desaparecidas igual que las garantías de los periodistas, los empleos prometidos, y tantas otras cosas subsumidas por un mar de violencia).

Como un exceso de mal gusto en el uso de la ironía, EPN, en la feria del libro en la que presentaba su "propio"  y reciente ejemplar, no fue capaz siquiera de nombrar 3 libros, ¡con todo lo que eso significa!

Entonces las letras reaparecieron, esta vez indignadas y del lado de la sociedad civil. Así empezó la campaña en las redes sociales contra la desinformación sistemática nacida de los medios –que de medios no tienen nada–.

Desde las universidades, moradas de las letras, se fraguó un nuevo nombre:  #YoSoy132. Sin embargo, en vísperas de las elecciones este movimiento  aún no había hecho explicito sus compromisos políticos. Se argumentaba, incluso, que esto era una ventaja, que el apartidismo era garantía de espontaneidad, de ser incluyente.

No obstante,  en junio llegaron más letras y conceptos. Por fin, la hasta entonces lentísima toma de conciencia se aceleró. El movimiento hizo explícitos sus compromisos políticos en dos sentidos: descalificando al PRI-AN-Gordillo por una parte  y apoyando un proyecto, un gabinete, un  candidato de izquierda por otra parte.

Apoyar a AMLO vino con vuelta de tuerca. No significaba echarnos a su bolsa, significaba echarlo a la nuestra. No era renuncia, era estrategia. El movimiento tenía un fuerte peso en las elecciones; al otorgar ese peso a un candidato como AMLO lo que se estaba haciendo era obligarlo a firmar un contrato. Desde entonces quedó claro que o se distingue y manda obedeciendo o se va. De ahí el famoso lema 'Yo soy 132 antes y después de las elecciones'.

Es así que en estos efervescentes días posteriores al 2 de julio de 2012, habiendo ganado AMLO, estamos más en la lucha que nunca, porque el país sigue igual de mal que siempre, pero al menos ahora sabemos que sí podemos salir a las calles a transformarlo sin que la silla presidencial nos estorbe.

Y sí, ahora México está más en la izquierda porque la está reinventando. A diferencia de EPN, México se está alfabetizando.

Por Alan Heiblum.