martes, 12 de junio de 2012

Sucesión

Tarde invernal, te acercas. ¿Qué dices? Oh, ¿sigues con ello? ¿Cuál es el problema? Toma mi mano. Sí, tómala. No, no pasa nada... Ven, camina conmigo. Camina, sigue caminando. ¿Espinado? Pero, ¿de dónde? El camino no está espinado. Oh, ¿sigues con ello?


Prefieres mirarte, siempre cual reflejo en cielos. No tomará la vida entera, ¿lo entiendes? Solamente es una sacudida, tu punto de escape. Un escapismo, eso es. Sí, lo es. ¿Que no? No, espera, sé que al mirar ese azul iluminado pretendes sentires dulces e inimaginables. Lo sé, pero no te alejes. Ven, que yo también te necesito. ¿El cielo? De acuerdo, miraré el cielo mientras permanezcas conmigo.


Cerré por poco los ojos. Aquí seguías, ya no con cielos, de pronto convirtiéndote en uno mismo. ¿Por qué cambias de estado? Quédate, no te me esfumes. Sí, lo sé: no es sencillo. Pero, inténtalo. Tú sabes lo que dicen. ¿Que qué dicen? Oh, tú sabes: ¡Inténtalo, no perderás nada! ¿Se equivocan? Bueno, pues, tomaremos fotografías. No, deja de angustiar la vida. Ven, toma mi mano de nuevo. Ahora, juntemos las manías. Eso es. Solamente las manías.


Sonríe. ¿Escuchaste aquel obturador? Somos todos, sí. Aquellos, verás, que cristalizan silencios. Almas prestadas, tan sólo eso. No, si yo sé. No somos únicos.




Me miras. Vamos al mar. ¿Que no hay mar? Oh, pero si estamos frente a él. Eso es, perdurable, ¿no es así? El sol, tan sólo la luz. ¿Prefieres baño de luz o agua? No, no son la misma cosa. Te ríes. "¿Cosa?", me preguntas. Sí, cosa. De pronto, el cielo esfumado está ya en tu mirada. Caminas de pico abajo, corres. Gritas, lloras. No, es que no me apetece gritar irregularidades contigo.


Tu mano en el umbral del pecho. Fácilmente me abandonarás cuando propicio te parezca el tiempo. Casi como un chiste te irás. ¿Que no me preocupe? No tienes idea de lo que venía pensando. Ríes conmigo. Un magnífico evento habernos conocido. ¿Por qué alargas tu mano? ¿Qué hay dentro? De acuerdo, de acuerdo, no me preocupo. Cielos, mares, mareas. Seguiré contigo aquel impreciso tiempo vuelto seda ya.


¿Dónde estamos? ¿A dónde me has traído? No me lo dirás, vaya historia. No existe un sólo enlace, ¿te das cuenta? ¿Que entremos? No, me dolerá saltar tan alto. Sí, sé que estás conmigo, mas no me ubico. ¿En qué momento intercambiamos sedes? Tan sólo dime, ¿en qué momento lo diluido me perteneció? Y, ¿en qué momento lo constante es ya tuyo?


No, no quiero. Te digo que no. Por favor, no me obligues. ¿Que por qué? Oh, ¿te parece poco desaparecer aún más? Estás nadando en vacías laderas. No me conoces, nunca me has conocido. Es eso. No, sigo sin desearlo. No me obligues, por favor.


Me prometiste el amanecer. Ahora tomas de mi mano. Ya no debo pedirlo, lo haces sin aviso incluido. Claramente, el día pretende nacer nuevamente. El problema es que no lo miro. Yo, sabrás bien, ya no existo. Después de matar toda confianza mía, prometiendo amaneceres sin dolor, yo ya no existo.


No puedo mirar algo sin difuminarlo. Me has causado tanta tristeza, tanta desolación. Ya nada más miras hacia adelante, dejándome de lado. Desesperación me invade. No te vayas, espera. No, por favor. ¿Cómo lo explicaré? Si tan sólo tuviera una razón, si tan sólo existieran aún las palabras. Lloro, pero no escuchas. Grito, entonces, grito en demasía. No mueves la mirada.


Prefiero no tener conciencia. ¿Cuándo será ya el preciso momento? Ya debes irte. ¿Que no? ¿Por qué? Déjame, tan sólo déjame. Ya no te necesito. Me has marcado, y eso jamás lo preví. Ahora, sigilosamente te pones a llorar. ¡Ah, me viene pareciendo tan absurdo! Casi como un lío de luciérnagas a pleno día pleno. Vete, que ya aqui te has quedado por siempre. Con esta parte tuya tengo, sí, con esta y nada más.


Cuento hasta tres. Si no te has ido para entonces, te mataré. Sí, lo haré. Para luego morir de tristeza yo. ¿Cuánta tristeza puede llevar dentro el cuerpo? Uno, dos, tres...


Abro los ojos, tan sólo viendo un pergamino. No quiero mirar, ya no. Los entretengo un poco, sin desear buscarte. Pero, te siento. Y tan sólo eso es suficiente. Estás, sucesión. Estás ahí, aqui, en todos lados.


Por Lucie Labra