martes, 8 de enero de 2013

Sin título.


Puedo nombrar una en una,
todas esas cosas que me enloquecen de ti.


Como esa mueca que haces cuando te sabes en lo correcto,
o ese caminar tan particular,
así justo como si el suelo no mereciera tus pasos,
pero más me enloquece cuando esos pasos se dirigen hacia mí.


Tus brazos escuálidos que saben el momento indicado para envolverme,
Acompañados de esas manos grandes con dedos largos y delgados,
que van dibujando cada uno de mis rasgos,
Y que delicadamente se pasean por mis largos cabellos castaños.


Me derrumbas con cada respiración que exhalas cerca de mi cuello,
pero ¡Oh vaya! Si de cuellos hablamos
el tuyo es un monumento de marcadas venas
y con una prominente montaña, ahí merito en el centro.


Sigo subiendo por ti y llego a esas orejitas, amor mío,
tan suaves y no dejo de besarlas,
voy escalándolas como si escalara el Himalaya.


Pero tu clímax, es tu carita de querubín,
bañada en inocencia y ternura…
¡Qué te lo crean otras! ¡Cínico!
Si estás todito lleno de una malicia quebrantadora
que me hace temblar las rodillas y caer en tus encantos.

¡Oh! Me haces dar los peores giros y desconocerme.
Me vuelves… Nos volvemos inciertos.


Por Arai G.