domingo, 10 de junio de 2012

¿A qué sabe un beso robado?

¿Sabrán a miel sus labios? ¿Tendrán impregnado el sabor de su brillo labial? ¿O será un beso insípido, doloroso? No lo sé, pero me gusta preguntarme esto cada que la veo pasar enfrente de mí. ¿Cómo será el besarla? ¿Será algo mágico? ¿Será algo único? ¿Será algo fantástico? ¿Será algo público? Tantas dudas se ciernen sobre mí al pensar en ella y en lo que he planeado hacer desde hace mucho tiempo.

Simplemente robarle un beso.

Es fácil decirlo, aún más pensarlo, pero hacerlo me resulta casi imposible. He estado tan cerca de conseguirlo, de ir hacia ella y sin dudarlo plantarle un beso sencillo, sincero, con la esperanza de que sea correspondido, mas no puedo. Mi ser parece flaquear en el momento en que su mirada se encuentra con la mía. Todo el valor que había parecido reunir se desvanece con la simple visión de sus ojos, y me alejo, con la mirada gacha, sin decir una sola palabra. Ella ha de pensar que soy raro, a pesar de que me conoce de hace tiempo ya.

Pero hubo una ocasión irrepetible, en la cual llegué un poco más lejos que las demás. Alcancé a oler su perfume y tan pronto me di cuenta de lo que estaba a punto de hacer me hice el desentendido, excusando mi cercanía a que tenía algo entre sus pestañas. Qué cobarde, lo sé.

Ya estoy harto de mi indecisión. Ella está ahí, sentada, sola, esperando a que alguien llegue a robarle el corazón. Es hora de actuar.

Llego a su lado sin sentir haber tocado el piso, como si me elevara por los aires para estar a su lado y tan pronto alza su mirada para verme acerco mi rostro al suyo y, ojos cerrados, la beso.

Difícil olvidar ese sabor, tan inolvidable como inexplicable. El sabor de lo prohibido, de lo deseado; El sabor que uno espera nunca borrar de su paladar. El sabor de sus labios, tan único como cautivador, que me obligaba a mantenerme prendido de él, mostrando en un beso todos mis sentimientos.  Con que así sabe un beso robado.

Me aparto de su rostro con una ternura, creo yo, insospechada en mí y espero encontrarme con sus ojos al abrir los míos, pero no los encuentro.

Solo la encuentro a ella, en la distancia, sentada, sola. La miro desde el mismo lugar en el que estaba.

Me comienzo a alejar de ahí con un nerviosismo incontrolable que me hace trastabillar. Ella voltea a verme y me saluda animosamente con la mano, yo no puedo más que regresarle el saludo levantando tímidamente la mía, para después voltearme e irme de ahí lo más pronto posible.

Estaba soñando despierto, creo; Pero se sentía tan real, tanto que aún siento su sabor en mis labios. Ya no sé qué pensar.  Ahora además del deseo de tocar tus labios, me queda la duda, ¿a eso sabe un beso robado? ¿O es ese el sabor de sus labios? 

Escrito por Flavio Reyna