martes, 20 de marzo de 2012

También tenemos cerillos

Un corazón roto se cura con patadas, masking tape o a pisotones. A un dedo cortado se le sopla; un ojo morado, se pinta de azul. El dolor, escondido detrás de las paredes de nuestros actos, salta hacia nuestra cara de vez en vez y se prende a ella siempre por algunos días. Una muñeca torcida en domingo y un ardor al orinar. Una clase sin sentido y un sentido sin clase donde ordenarlo. Estamos rodeados de pequeñas dolencias. Enfermedades, reflexiones, refutaciones y caídas. Mordidas, carencia de ellas y un sentido del olfato al que todo le huele mal.

Yo no sé cuidar flores, pero sé cuidarte a ti.   

Mientras el cielo se dibujaba cada vez más lejos, tú y yo nos fuimos acercando. Mientras eso pasaba, todo el mundo nos volteó a ver. Sonrisa, la nuestra. De todo lo demás yo ya no sé nada, ni nadie. Tampoco nosotros. Tanto nosotros. Confundidos como estamos, tan seguros de saberlo todo, nos hemos adentrado en el más feliz de los laberintos; también ahí nos perdimos. El tiempo pasa y sin preguntar nos hizo adultos cuando comemos, niños cuando sonreímos y viejos cuando caminamos. Nos enseñó a dibujar un mapa y nos dio crayolas para rayarlo todo; también tenemos cerillos, por si lo queremos quemar.


Por López Lobo

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