antes sin solución
aparente.
Quién diría que aquí
estaría, un día
una noche cualquiera.
Si mezclara llantos voraces y
clarificara la real solubilidad tendría,
tal vez, palabras.
El día entero quiso comprender
mis noches, aquellas casi irrevocables
luces de días.
Primeramente, la carente bebida
inusual se adhiere a tan quemada
piel mía.
Quisiera, a veces, lograr
ese cálido abrazo suyo, aquél
repleto hasta el borde de alegrías.
Quisiera, a veces, sentir
aquella seguridad poco trascendente,
fugaz y permanente.
Porque, ambos sabemos -tú
y yo- cuánto nos queda y
cuánto no puede ya permanecer.
Por Lucía Labra
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