Ella sólo cubría su rostro haciendo como que se dormía. Y la niña, haciendo como que le importaba lo que ocurría.
Siguiente estación.
Baja una madre y con ella la niña.
María sigue llorando con el rost
ro cubierto y acallando el llanto. Ni cuenta se da que su inquisidora se ha ido.
Siguiente estación.
Casi está por llegar a donde transborda.
De pronto, alguien le toca el hombro ofreciéndole un pañuelo. Eleva la mirada y es él. Aquel que será el amor de su vida y nunca sabrá su nombre. Él sólo le dice que es demasiado joven para llorar por amor.
Ella desconcertada, sólo esboza una mueca, se limpia las lágrimas y cuando voltea... ya no está.
Siguiente estación, es hora de bajar.
Siguiente estación.
Casi está por llegar a donde transborda.
De pronto, alguien le toca el hombro ofreciéndole un pañuelo. Eleva la mirada y es él. Aquel que será el amor de su vida y nunca sabrá su nombre. Él sólo le dice que es demasiado joven para llorar por amor.
Ella desconcertada, sólo esboza una mueca, se limpia las lágrimas y cuando voltea... ya no está.
Siguiente estación, es hora de bajar.
Por Claudia Sánchez.
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