Las coordenadas precisas y fijas,
el destino de todo lo bello que quepa en mí,
un sonido impensable, irreducible.
Canta la pieza de los tres
y del amor profundo.
El sueño de todos los días,
otra vez [eres] la misma canción.
Otra vez la misma rima.
Ducha de vapor que sofoca
y quita la vida.
No puedo respirar,
te me hundes
muy por dentro
te me quedas.
Toca la pieza para siempre,
bien pegada.
Que no, si me quedo en la Luna.
Que no, si me bajas del cielo.
Deja la pieza en que me empujas siempremente
y te me quedas.
jueves, 29 de noviembre de 2012
miércoles, 28 de noviembre de 2012
Tierra libre.
Sueños en campos de trigo amarillo tostado por la suave resolana
que el sol de invierno deposita en las espigas regocijantes
por el baile del viento que azotó con cuidado todo el año la cosecha.
Manos agrietadas de hombres que labran su vida,
viven para la tierra café que regocija de ser trabajada
por la longevidad y fuerza de ellos, llenos de propósitos,
de fe, de vida exaltada por las bocas que alguna vez su trigo tocará.
¡Deben de cuidarse!, les incumbe ahuyentar a sus lobos,
homo homini lupus en todo lo que hacen,
el enemigo convive con ellos, les quitan y exigen su trabajo,
trabajo que llenan con el sudor de la espalda que queman
bajo el incesante poder del sol a medio día.
En la tierra común se cobijan, los lobos caminan por sus campos y
se comen a la persona individual que ha hecho su faena por el trigo.
Deben de liberarse de sí mismos,
actuar guiados por la conciencia no colectiva,
afanarse a la pasión que siente
su corazón al gastar la tierra con sus pies,
ocuparse de su felicidad en los campos,
pero nunca olvidarse de su individual persona.
martes, 27 de noviembre de 2012
If I needed someone.
Si tan solo necesitara a alguien
seria como todos los otros,
que buscan un amor al cual escribirle poesía.
Pasaría mis días buscando motivos para hacerlo feliz
y pasaría mis atardeceres suspirando.
Si yo necesitara a alguien,
mi vida, ¿Qué sería de ella?
Sí, tú, pasarías a serla.
¡Oh vaya!
¡Qué diferente sería mi vida
si yo fuera la tuya!
Si yo necesitara a alguien...
Te necesitaría a ti.
Por Arai G.
lunes, 26 de noviembre de 2012
De rock & roll y tragedias griegas.
19
de Junio, 1994. Los cuerpos de dos jóvenes son encontrados a las afueras del
balneario conocido como Caracol Beach,
en un deshuesadero de automóviles junto al cuerpo de un emigrante de origen
cubano, al que los residentes locales y
conocidos consideraban un total chiflado, un loco de remate que
veía, según su infinita demencia, un tigre de bengala alado que no se cansaba
ni por un instante de perseguirlo, de acecharlo como un cazador con su presa
hasta matarlo; hasta devorarlo sin dejar rastro del paso por la faz de la
tierra de aquél ser insignificante.
Esta
es la historia frenética, el relato narrado con gran maestría que nos trae el
cubano Eliseo Alberto, hijo del poeta Eliseo Diego, y que nos sumerge en un
viaje por la locura, el miedo, el perdón y la muerte. Un viaje del que no todos
pueden regresar y del que sólo unos cuantos afortunados, ilustres escogidos por
el destino, son capaces de eludir. Sin embargo nada es eterno y el encuentro
con la finitud, con el final de nuestra existencia es inminente. Nada es
evitable, el destino esta escrito. “Los designios de la Providencia son
inescrutables”, diría Julio Cortázar, y la historia que se desarrolla muy cerca
de una ciudad al sur de los Estados Unidos donde el multiculturalismo y la
relación entre distintas ideologías, pensamientos y formas de ver la vida se
entrecruzan, se mezclan y se convierten en el pan, el alimento necesario del
día a día.
Todo en esta novela esta escrito de
una forma en la que la totalidad de los personajes se entrelazan unos con otros
en un juego de coincidencias y equivocaciones que determinan un final catastrófico.
Desde el sufrimiento eterno de un hombre cubano, el cual recibe los resquicios
de una de las tantas guerras del África, más específicamente en Ibonda de Akú,
transformados en la locura de imaginarse un tigre, y su salida esa fría noche
de junio a las calles de Caracol Beach para buscar a alguien que lo mate, que
le de muerte y acabe de una vez con su incalculable dolor; pasando por dos
profesores que se otean con deseo, que se desean mutuamente y que pasan la
noche, una agradable noche de copas, sin saber de antemano los acontecimientos que
acometen a sus alumnos, el espanto de la tragedia ineludible; hasta los propios
jóvenes: Martin Lowell, Tom Chávez y Laura Fontanet, que salen por cervezas
para seguir la parranda, la noche de tragos entre ellos y sus demás amigos que
los esperan impacientes en una casa, sin
conocer, sin tener la menor idea de que el soldado cubano Beto Milanés, el
emigrante infeliz, los persigue sin cesar para que lo maten, y que el miedo a
la muerte los arrastre a todos a la locura, al delirio inconcebible que viven
los habitantes que yacen entre las letras de esta novela.
Un
policía, su ayudante, un travesti confundido, su amante, los haitianos, la luna
llena que se alza sobre el manto negruzco de la noche, un perro que ha sido
estrellado contra un muro, un hombre que lo llora desconsolado, una prostituta
mexicana que exige justicia, una anciana que quiere dormir pero el ruido de la música
en la casa de al lado la ensordece, por lo que decide llamar a la policía; todo un conjunto de seres que chocan entre sí
y que poseen como lugar común, como único sitio donde la catástrofe humana, el
desastre de las pupilas dilatándose hasta apagarse fluyen a ritmo de rock &
roll, donde la tragedia se mueve con una cadencia alborotadora, un sitio
llamado Caracol Beach, una playa, un
deshuesadero, el único pedazo de tierra en este mundo donde los tigres de bengala
vuelan con sus alas de cisne, buscando la carne tersa y suave de los locos y
dementes que salen a las calles en un periplo sinuoso, deseando que los
asesinen.
Alan Santos.
domingo, 25 de noviembre de 2012
Golpe
De nuevo, en un cuarto
cierro mis ojos
y escucho.
Esos martillazos en el techo,
que se alejan con un golpe.
Y mientras tanto imagino
como, atareado, mi vecino
corre de pared a pared.
Y mientras duermo
siguen los ruidos
siguen, los ruidos
Y miro, siento,
vibra lo que sueño
con los golpes marchantes de mi techo
Y sueño que salto de rama en rama
como cuando era joven Tarzán.
Y me pego en el pecho
Hasta caer de mi cama
Tirado en el suelo
Despierto con un golpe
Y lo sigo escuchando
Golpe con golpe,
golpe con golpe
Hasta que mi corazón
Lo deja de escuchar
Y es mi corazón intenso
El que me mantiene despierto.
Por Sebuscapé.
viernes, 23 de noviembre de 2012
El rumor de tu carne
A mi eterno Aleph.
Sentí, que eras el verso y la palabra
donde habitan los ángeles del mundo.
Me estremecí ëntero al escuchar
el rumor de tu carne en mis adentros.
Y ya era el mundo un universo doble,
sitiado entre el dolor y los amores.
Y era tu voz una delicia intacta
y el roce de tu mano, un alma vaga.
Luego te repartiste a la galaxia,
encarnando a los hombres que te
amaran:
y el mundo se sació de lo insaciable.
Luego supe que no eras el Poema,
sino amor habitando cada letra,
la letra que contiene a toda letra;
pero un hombre mortal y un solo polvo,
un polvo como yo, que en la galaxia
va vagando entre el verso y la
Palabra.
Por Hernán Sicilia.
jueves, 22 de noviembre de 2012
Euforia polisémica
Me gusta cuando compartes mi euforia polisémica
y te sacudes la boca con mis nervios
y te contagia mi lengua en una simpa.
Me gusta tu afición de mirarme
con tu media sonrisa
y tus ojos que caen cuando se ríen.
Tu montón de besos labiales
botaneros
matones y sensatos.
Que no me dejes besarte
y no detengas tus besos.
Que se nos encimen las perezas
y nos tiremos pegados
infinitamente.
miércoles, 21 de noviembre de 2012
A mi padre.
Demuestro gratitud y agradezco a él con estas palabras.
Haz sabido serlo, eres esa persona,
desde que me tomaste y miraste,
con tus manos caminadas en vida
regocijantes de experiencias pasadas.
Reprendías mis actos, lo hiciste con amor,
sabías del daño, pero no conocías maneras
suaves para corregir el camino que tomaba,
agradezco tu empeño, me ha hecho quien soy.
Conozco tu historia, tu forjaste la mía,
confío en tu invulnerabilidad como padre y,
reconozco tu fragilidad como fiel humano
que ha combinado todo para ser un maestro
del puente en el que siempre caigo,
interrogado por la vida abrumante
que no cesa de ponerme pruebas andando,
tan voraz de mi y tímida de ti.
Hago estos versos a tu honorable existir
que creó y moldeó la coexistencia que tengo
junto con mis pensamientos, te doy estas
palabras que me sirven para agradecer,
mi lado más íntimo se descubre completo
al dejar caer el velo de los sentimientos y,
palabras hermosas brotan de ello para
que puedan acompañar mi recuerdo en tu vida;
Te amo padre, celebro el día en que me creaste,
con ello creaste el corazón que habita en mi
haciendo que dictara a la pluma algo especial
para celebrar tu aniversario en mi existir.
Haz sabido serlo, eres esa persona,
desde que me tomaste y miraste,
con tus manos caminadas en vida
regocijantes de experiencias pasadas.
Reprendías mis actos, lo hiciste con amor,
sabías del daño, pero no conocías maneras
suaves para corregir el camino que tomaba,
agradezco tu empeño, me ha hecho quien soy.
Conozco tu historia, tu forjaste la mía,
confío en tu invulnerabilidad como padre y,
reconozco tu fragilidad como fiel humano
que ha combinado todo para ser un maestro
del puente en el que siempre caigo,
interrogado por la vida abrumante
que no cesa de ponerme pruebas andando,
tan voraz de mi y tímida de ti.
Hago estos versos a tu honorable existir
que creó y moldeó la coexistencia que tengo
junto con mis pensamientos, te doy estas
palabras que me sirven para agradecer,
mi lado más íntimo se descubre completo
al dejar caer el velo de los sentimientos y,
palabras hermosas brotan de ello para
que puedan acompañar mi recuerdo en tu vida;
Te amo padre, celebro el día en que me creaste,
con ello creaste el corazón que habita en mi
haciendo que dictara a la pluma algo especial
para celebrar tu aniversario en mi existir.
a Alberto Osorio Cruz
Por Carlos Osorio.
martes, 20 de noviembre de 2012
Encuentro inesperado.
Un señor de ásperas canas
y mirada cansada caminó por las calles del centro de su ciudad sin preocupación,
silbando con soltura una canción popular
de su tierra árida y canicular. Al vislumbrar la esquina de una calle y seguirse
de largo, olvidó, como un infante descuidado, mirar hacia ambos lados antes de cruzarla.
Un automóvil rojo y deslumbrante, con un conductor distraído que acababa de
salir huyendo de su casa por un pleito épico con su mujer, se agachó por un
instante para prender un cigarrillo sin filtro, y arrolló al señor con
embestida brutal. El cuerpo de aquél hombre voló por los cielos hasta caer, atraído
por la fuerza que ejerce la tierra sobre los objetos, contra la acera grisácea
de la calle. Un tumulto de curiosos se acercó espantado al automóvil asesino por el espectáculo acontecido,
sin embargo el señor, que yacía tirado en el suelo, abrió los ojos y al contemplar
a toda la gente a su alrededor emitió un gemido y se levantó sorprendido sin
rasguño alguno. Los demás seres curiosos lo admiraron asombrados.
El señor de ásperas canas recogió sus lentes con
movimientos sutiles, y al colocarlos en sus ojos, admiró a detalle la figura
siniestra de la muerte que lo señalaba con el dedo. “Te he dejado escoger esta
ocasión”, dijo la muerte, “de ti depende, quieres seguir viviendo o te llevo conmigo
para que le hagas compañía a tus padres”, concluyó con rauda voz. “Quiero
seguir viviendo”, dijo el hombre canoso, “no planeo irme todavía. Aún tengo
tanto que hacer”, aseveró mientras se limpiaba el polvo y la tierra del
pantalón. “Asumirás las consecuencias de quedarte más tiempo del que debes”,
respondió la muerte; y tras estas palabras, aquella sombra siniestra desapareció escondiéndose
entre la multitud que caminaba absorta por la banqueta, buscando como cazador
otra víctima inocente que pretenda huir de sus temibles fauces.
El hombre regresó a su casa, contento por haber
sobrevivido a tal accidente. Abrió la puerta de su apartamento y cuando
pretendía darle un beso de buenas noches a su esposa que se encontraba
recostada en la cama, los labios se le helaron y exteriorizó una sensación terrible
que emanaba de sus entrañas. Su esposa había muerto de un infarto pocas horas antes de su
llegada. Una nota terrible se leía sobre una repisa: “asume las consecuencias”,
decía el recado. Vaya sorpresa se llevó el señor de ásperas canas y mirada
cansada.
Alan Santos.
viernes, 16 de noviembre de 2012
La mula tuerta
Cuéntame, mula tuerta,
castrada de las garras,
tus fieras ocasiones.
Muestra las pezuñas intactas
largas que lastiman,
mula tuerta prieta,
acabada de bañar te paras,
al frente de mi cara rancia
con tus barbas quemadas,
con tus dientes con sarro.
Mal vista es tu cresta,
tu patilla hasta los codos
es una cochinada.
Puerca, muévete del paso,
ahí está bien, mija, estorbando.
¡Burrrrrra! te gritan los que ignoran
tu mundo bello enlodado.
No me suena la palabra distopía,
ni tu demencia me vuelve loca.
Sólo tu carita demacrada
se revuelve con las heces hechas polvo,
volando con viento que se mete en la boca.
castrada de las garras,
tus fieras ocasiones.
Muestra las pezuñas intactas
largas que lastiman,
mula tuerta prieta,
acabada de bañar te paras,
al frente de mi cara rancia
con tus barbas quemadas,
con tus dientes con sarro.
Mal vista es tu cresta,
tu patilla hasta los codos
es una cochinada.
Puerca, muévete del paso,
ahí está bien, mija, estorbando.
¡Burrrrrra! te gritan los que ignoran
tu mundo bello enlodado.
No me suena la palabra distopía,
ni tu demencia me vuelve loca.
Sólo tu carita demacrada
se revuelve con las heces hechas polvo,
volando con viento que se mete en la boca.
miércoles, 14 de noviembre de 2012
El corazón errante.
El errante ciclo de tu amor
me obliga a exaltar el mio,
condicionas su soberanía
metiendo malas compañías y,
vulnerando la mandíbula
que articula el placer
de sentirse amado.
También hay mentiras
que carcomen lo dicho por ti,
amarras lo corroído después y,
me obligas a creerlo.
Dejo de escuchar verdades,
tus labios han traicionado
el todo que esbozábamos,
puedo tolerar tu pesimismo,
los gritos de caudalosos ríos,
que comas como un oso,
el reproche de mis actos,
pues eso se convertirá en virtud,
esperaré a que suceda...
pero que mientas, que traiciones,
eso hace errar el corazón.
Por Carlos Osorio
martes, 13 de noviembre de 2012
Producto de un sueño a punto de despertar.
Miraba las caras, cada una como un mar, a pesar de ello, una tan diferente de la otra, pero todas con algo en común, Así como la gota de agua es única y diferente; todas contienen la misma esencia... todas mojan. Eso es lo que sucedía con las caras, todas empapaban de abismo, caer y caer pero nunca tocar el suelo.
Todas esas caras, esos cuerpos rígidos estampándose contra la frágil piel, producto de un sueño a punto de despertar y tan frágil como eso. Estaba en contra de la corriente, de un rugido que intentaba ensordecer el pensamiento; privarme de él.
Por Alx Godínez
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Narración corta
lunes, 12 de noviembre de 2012
El corazón hace runrún (Prólogo a un cuento).
A Martín Cabrera, por el deseo interminable de
ganar miles y no sólo pesos.
El último día de noviembre, cuando el frío creció y
las hojas cayeron al suelo, Mario Canteros salió de su casa con tan solo una
bufanda en el cuello, una chaqueta de cuero negra y miles de ilusiones en los
bolsillos. Se sintió desplazado, solitario como un ermitaño chileno oculto por
los ríos y montañas de la Patagonia. De su boca brotaba un halito que se
percibía por el acrecentado frío que bajaba a la ciudad, helando todo con su
singular paso. Las manos glaciales en los bolsillos de la chaqueta eran arremetidas
por la insoportable frialdad del ambiente, y su cara, pálida y escueta, de la
cual sobresalía su abultado bigote negro, no presentaba signos de alteración
alguna.
¿Qué sintió Mario, qué lo
acongojó, qué lo forzó a sentirte tan desdichado en esta vida tan efímera y
maldita? ¿Es acaso el haber perdido un hijo, criatura tan delicada y diminuta,
precoz e inocente, lo que lo hizo sentirse de esa manera tan terrible? ¿O es
aquella perversa enfermedad, cúmulo de tragedias que le succionó la vida como
un parasito virulento, desgraciado, lo que lo obligó a dirigirse a la desdicha
y la tristeza? Caminó intensamente entre las calles y avenidas del centro de la
ciudad: Lorenzo Boturini, dos pasos y hacia la derecha. Alto. Y vislumbró el
semáforo y los coches pasar con su música estruendosa y canciones populares de
Vicente Fernández, José Alfredo Jiménez y artistas desconocidos pero
inolvidables. Llegó a Bolívar y se desplazó absorto, aletargado. Sus
pensamientos no lo dejaban ni un instante, ni una milésima de segundo para
decir: “Estoy aquí. Aún sigo vivo, no he muerto. O eso quiero creer, eso
pretendo decirme a mí mismo, aunque sé que no es verdad. No soy yo, ni lo
volveré a ser desde que perdí a mi hijo, mi retoño, una de mis razones de ser”.
Arribó después de cruzar una gasolinera el Eje Central Lázaro Cárdenas, y al
maravillarse con la imponente estatua de este singular personaje en un
parquecillo, símbolo de la historia nacional, se sentó en una banquita a
contemplar el girar del mundo, mismo que no se detendría por un ser tan
pequeño, tan diminuto y microscópico, tan Mario Canteros sentado en una
desguarnecida y desierta banqueta de escondrijo.
Colocado sobre el soporte
metálico del asiento, después de reflexionarlo miles de veces en el espejo del
baño, decidió, con la velocidad de una centella, que no moriría en un aburrido
y grisáceo cuarto de hospital. “Me compré una moto”, recordó haberle dicho a su
esposa, “me voy a rodarla hasta que me acabe las ruedas”, dijo poco antes de
salir calladamente de su hogar. Debajo de la estatua, con la sensación de estar
liberándose de las aprensivas ataduras de la vida, el moribundo hombre tomó la
decisión más complicada e inexplicable de su vida. Al menos inexplicable para
todo aquel que prefiere quedarse acostado a esperar la muerte.
Divisó una silueta
acercándose a la distancia, recorriendo Ángel de la Peña como una ráfaga veloz
y desesperada. Un runrún aleteó aproximándose a la dehesa. Y en el momento en
el que se detuvo, justo en frente de Mario, el destino se había sellado con las
marcas de los neumáticos en el pavimento.
“Mario,
aquí tengo tu cachivache”, declaró la voz amigable de Javier Santana, amigo inseparable
de su infancia. “Gracias, amigo mío. Te debo una”, contestó Mario, tomando
deprisa las llaves del vehículo de dos ruedas y montándose en él, poseído por
el deseo incontenible de la libertad motorizada. “A dónde vas”, preguntó Javier. “A
encontrarme con el significado de mi existencia, camarada”, dijo Mario con una
voz opacada, venida a menos por el atronador ruido del motor de la motocicleta.
El motorista se colocó con prontitud el casco, un par de guantes negros deslavados y con una
afable señal se despidió de su amigo, quizás para siempre, entre las calles del
centro de la ciudad, lugar de tragedias y donde los motociclistas como Mario
Canteros, al igual que Mario Canteros, corren libres con la ventisca del otoño.
Alan Santos.
domingo, 11 de noviembre de 2012
Acecho. (Dedicado a la memoria de José Gorostiza)
De
pronto llega ese ser nocturno, que
Me
seduce, me incita a abrazarla
La muerte
¿Qué
quieres de mí?
Me dice
que no pregunte
¡Silencio!
Mi corazón
palpita,
Acrimonia
de sabores
Espantos
y resquemores
El
descanso
Solo
viene a darme un descanso
Y con
voz tierna me dice:
No vengo
a castigarte
Vengo a
recompensarte
No
soporto verte miserable
Dolido,
Tu
rostro cianótico
Marchito
como la hojarasca
¡Anda!
Apaga
tus ojos
Disfruta
el último aliento
Libérate
Soy un
alquimista
Que
puede convertirte en polvo sideral
¡Deja
que te lleve el diablo!
Esa es
una verdadera bendición
¿Qué debo hacer?
Temo su
apariencia, pero me apetece su propuesta
Dejar
este cuerpo putrefacto y estrechar sus frías manos
Ella
puede apagar mi sed
Mi
temperamento taciturno
Y por fin termina el acecho
Cuando
la muerte me susurra
Las
palabras del sabio Heráclito:
“A los
que mueren…
Les
aguardan cosas que no esperan ni se imaginan”
¿Te imaginas? Muerte, instante, parsimonia… nada.
Por Ur el Goliardo.
viernes, 9 de noviembre de 2012
Soneto IV (Nuestros muertos)
Si mexicanos al grito de guerra
contra la sangre hermana abren fuego,
es la muerte quien cobija su ruego
el infierno se edifica en la tierra.
Si la madre al propio hijo entierra,
no hay palabra ni consuelo placiego,
los asesinos del verde trasiego,
la justicia convertida en su perra.
Más, responsables de esta agonía,
de la peor gnominia desatada,
no podrán silenciar su cobardía
frente al horror, la verdad descarnada:
de los muertos que caen a cada día,
de la patria inútilmente desangrada.
contra la sangre hermana abren fuego,
es la muerte quien cobija su ruego
el infierno se edifica en la tierra.
Si la madre al propio hijo entierra,
no hay palabra ni consuelo placiego,
los asesinos del verde trasiego,
la justicia convertida en su perra.
Más, responsables de esta agonía,
de la peor gnominia desatada,
no podrán silenciar su cobardía
frente al horror, la verdad descarnada:
de los muertos que caen a cada día,
de la patria inútilmente desangrada.
Por Juan Fredi Leyva Payan.
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Juan Fredi Leyva Payan,
Poemas
jueves, 8 de noviembre de 2012
Que ahora lo que pido es
Que ahora lo que pido es
que me dejes rozarte un poco la cara
y suave, como si fuera masa,
clavar muy despacio en tus párpados mis dedos
y apretarte los ojos
y destrozarte las fosas con mi pulgar.
Apenas
y a penas
rozarte la boca
y con todo el asco que ésta me provoca,
morderte con rabia
hasta arrancarte los labios con sangre escandalosa.
Y pedirle a Dios
que te perdone
y que te cure.
Pero ahora lo que pido es
que me dejes rozarte un poco la cara
y suave, como si fuera masa,
clavar muy despacio en tus párpados las uñas
y apretarte los ojos...
mucho...
para que veas.
martes, 6 de noviembre de 2012
Farolito.
Farolito que alumbras apenas,
mi calle desierta
Cuantas noches me viste llorando,
llamar a su puerta
Sin llevarle más que una canción,
Un pedazo de mi corazón
Sin llevarle más nada que un beso
friolento, travieso, amargo y dulzón
Sin llevarle más que una canción,
Un pedazo de mi corazón
Sin llevarle más nada que un beso
friolento, travieso, amargo y dulzón.
Recordando una de las canciones de Agustín Lara en su aniversario Luctuoso, porque parece poesía su canto.
mi calle desierta
Cuantas noches me viste llorando,
llamar a su puerta
Sin llevarle más que una canción,
Un pedazo de mi corazón
Sin llevarle más nada que un beso
friolento, travieso, amargo y dulzón
Sin llevarle más que una canción,
Un pedazo de mi corazón
Sin llevarle más nada que un beso
friolento, travieso, amargo y dulzón.
Recordando una de las canciones de Agustín Lara en su aniversario Luctuoso, porque parece poesía su canto.
lunes, 5 de noviembre de 2012
Muerte sobre muerte.
Imagínense como se sintió Federico cuando descubrió, al abrir los ojos,
que ya estaba muerto. Un hálito de desesperación y tristeza le recorrió el
cuello y al voltear, descubrió a su esposa recargada, con un rosario en la mano,
sobre la cama donde se apreciaba un cuerpo inerte y desprotegido. Ese soplo en
el cuello era caliente, espeso, como un chorro de vida que se esfumaba para
siempre con el viento. Intentó soplar y sólo exteriorizó un asombro tremendo al
observar que nada salía por su boca. “Los muertos no respiran, no seas tonto”,
se dijo a sí mismo mientras se daba golpecitos en la cabeza. No sentía dolor
alguno. “Con que ésta es la muerte”, dijo en un monologo sin audiencia, seco y
para sí. Qué aburrida la muerte, qué aburrida. Todo se termina como empieza: un
día estás ahí, sonriéndole a la vida y disfrutando de una coca-cola con hielos y una charla de mil horas con los amigos y
parientes sobre temas irrelevantes porque la vida es efímera, y al otro estiras
la pata y se acabó; y entonces descubriste que no hiciste nada de tu vida y te
entristeces, lloras y pataleas, luego se te pasa, das el último aliento, y ves
la luz.
Un sinfín de lucecillas
de múltiples colores rondaron por el alma de Federico, la cual yacía
indiferente sobre su cuarto, el cuarto de la casa donde alguna vez durmió con
su esposa y donde veía la televisión, las noticas y por supuesto el fútbol, nunca
puede faltar el fútbol. Las lucecillas verdes, azules, anaranjadas, lo
levantaron hacia el infinito y cuando llegó al cielo, se halló a sí mismo
repleto de un montón de almas, espíritus inmutados que daban vueltas de un lado
a otro. Notó una silueta familiar y cuando se acercó, manifestó una sorpresa
al encontrarse con su padre, muerto hace más de veinte años. “De modo que este
es el cielo”, aseveró Federico. “Más o menos”, respondió su padre, “es más como
un ir y venir interminable de almas que giran una sobre otra por la eternidad.
Muerte sobre muerte se acumula en este limbo infinito hasta explotar”, dijo el
alma de un padre que poseía una mirada perdida, entristecida por dar vueltas
sin rumbo durante tanto tiempo. “Qué frustración”, contestó Federico,
indignado, preocupado por ese terrible destino. “No es tan malo”, dijo su
padre, “es como la vida: te quedas en el limbo, esperando tu turno para llegar
al final del camino cuando ¡puff! Tu alma se desvanece y te conviertes en energía
y alimentas a alguna estrella lejana. A Raymond, mi amigo desde hace quince
años, el cual se hallaba enfrente de mí le sucedió eso hace ya tiempo, un día
mientras esperábamos como siempre en la fila. A fin de cuentas hijo mió, así es
la muerte por lo que debes irte acostumbrando”, afirmó aquel padre a su hijo
mientras observaban, a la distancia, a dos personas, una mujer oronda y
horripilante, y a un hombre que parecía ser su esposo, desintegrarse en
millones de partículas, como una lluvia de diamantina excelsa y brillante que alimentará a los astros por la
eternidad.
Alan Santos.
domingo, 4 de noviembre de 2012
La promiscuidad de las ilusiones
Quizá quería ocultar el
radiante sol de verano,
coagularle con la sangre
de traición a hermano;
ahora quedo sepultado
por las otoñales ojas…
Que bellas son las blancas perlas
cuando caen del cielo
humedeciendo de deseo
Como el fresco roció;
viento prodigioso
bajo el calcinante sol,
este sol que ha calcinado
a golpe y ley mi tierra
y torrentes aguaceros
que ha podrido las raíces
de este tronco sin barnices.
Como el fresco roció;
viento prodigioso
bajo el calcinante sol.
¡Oh¡ bandera sin colores,
nación de desilusiones,
promiscua de desilusiones,
háblame de tus desamores
y de tus ahogadas flores;
marchitas sensaciones…
De tus siglos y pasiones…
Oh tricolor, oh tricolor, oh…
radiante sol de verano,
coagularle con la sangre
de traición a hermano;
ahora quedo sepultado
por las otoñales ojas…
Que bellas son las blancas perlas
cuando caen del cielo
humedeciendo de deseo
Como el fresco roció;
viento prodigioso
bajo el calcinante sol,
este sol que ha calcinado
a golpe y ley mi tierra
y torrentes aguaceros
que ha podrido las raíces
de este tronco sin barnices.
Como el fresco roció;
viento prodigioso
bajo el calcinante sol.
¡Oh¡ bandera sin colores,
nación de desilusiones,
promiscua de desilusiones,
háblame de tus desamores
y de tus ahogadas flores;
marchitas sensaciones…
De tus siglos y pasiones…
Oh tricolor, oh tricolor, oh…
Por Alx Godinez.
viernes, 2 de noviembre de 2012
Kilómetros de vida
Hoy desperté a kilómetros de vida lejos de ti. Curiosamente lo hice más temprano que nunca. Sin sueño, sin estrés. En el desayuno me bebí tu recuerdo en una taza de café y lo acompañé con un pan rancio como mi historia pero dulce como mi libertad. La ducha fue breve como eterna, tardé sólo un momento en lavarme todas las impurezas del ayer, pero largas fueron las horas en las que masajeé con shampoo un mundo de pensamientos. Me vestí con las ropas de tu ausencia, remendadas con la tela del olvido y la prosperidad. Después agrupé un sinfín de ideas, anécdotas y aspiraciones, las guardé dentro de mí boina y con ella cubrí mi cabeza. Afuera hace frío, nieva. Pero adentro es cálido, acogedor. Tomé mi mochila llena de dudas, de expectativas y salí una vez más rumbo a la aventura, esa, a la que llamamos vida. Emprendí una vez más mi camino a kilómetros de vida lejos de ti y mientras pensaba en todo y en nada recordé, que hoy se celebraba una festividad. Tal vez un aniversario, quizás navidad. No importa, es lo de menos. Es un buen pretexto para regalarte un beso, un cuento, un escrito más.
Por Hugo Garciamarín.
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Hugo Garciamarín,
Reflexión
jueves, 1 de noviembre de 2012
Ésta es la muerte de su sombra
Ésta es la muerte de su sombra
de la que estaba harto ya.
Cuidadosa espuma que se eleva
por la pura molestia y alevosía
de haber asesinado,
de ironía y de pecado.
La muerte de su densidad soberbia
que enmascaraba las habitaciones,
y que nublaba la vista y los sueños
y los mundos.
Descontrol de esfínteres,
desefrenado trote de caballos
y cabellos rotos y venas rotas.
Es la muerte de su mugre,
de su mirada sin fin
y de la emergencia de querer salir corriendo,
emergencia de querer morir.
Paseos por los sueños.
Tan en sueños me encontraba,
por el monte de Venus caminaba,
probaba tu sabia y regocijaba,
como un pez en el agua viajaba
contento de estar de vuelta en casa.
Me agito y sudo vapor espeso
que humedece el árido ambiente,
llenamos de amor la vasija
que nos retiene con firme
sutileza empapada de predilección.
Finalmente hay algo grande,
pasea por nuestros pensamientos
un sin fin de emociones brotantes,
nuestros sentidos exaltados
no pueden ver más allá
de aquello que hemos plasmado,
descansamos en el seno de ambos
y hoy nos hemos vuelto uno,
aproveché todo el momento
para dar mi vida en tu cuerpo.
por el monte de Venus caminaba,
probaba tu sabia y regocijaba,
como un pez en el agua viajaba
contento de estar de vuelta en casa.
Me agito y sudo vapor espeso
que humedece el árido ambiente,
llenamos de amor la vasija
que nos retiene con firme
sutileza empapada de predilección.
Finalmente hay algo grande,
pasea por nuestros pensamientos
un sin fin de emociones brotantes,
nuestros sentidos exaltados
no pueden ver más allá
de aquello que hemos plasmado,
descansamos en el seno de ambos
y hoy nos hemos vuelto uno,
aproveché todo el momento
para dar mi vida en tu cuerpo.
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